La educación es uno de los más poderosos instrumentos para transformar las conductas de los seres humanos. Puede ser utilizada para la opresión o para la liberación.
Desde la fundación del Ecuador, con sus matices, hasta mediados del siglo XX, la educación estuvo al servicio de la construcción del Estado Nacional. Este paradigma de corte político adquirió más fuerza a partir de la revolución liberal (1895), que separó al Estado de la iglesia.
La misión de la educación era desatar un proceso civilizatorio para la formación de ecuatorianos al servicio de la nación mestiza, de la “patria”. Para tal objetivo, materias como la historia, la geografía y la cívica, fueron los principales instrumentos.
Desde 1950, los gobiernos, con el auspicio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, decidieron impulsar un cambio del modelo económico. Se promovió el desarrollismo, la industrialización vía sustitución de importaciones. Papel clave en tal transformación debía tener el Estado y uno de los motores era la educación.
El nuevo modelo económico requería de mayores consumidores y sobre todo de trabajadores eficientes. Se clama por dejar la formación enciclopedista y humanista y fortalecer la educación técnica que tenuemente se había instalado desde antes. Surgió un nuevo paradigma para la educación ligado a la economía. Sin embargo, el viejo modelo de fortalecimiento del Estado Nacional continuó. En la práctica, hasta los años 90, convivieron dos paradigmas en educación, el político y el económico, con un denominador común: el Estado.
Desde los 90 irrumpieron con más decisión, dos nuevos arquetipos educativos amasados antes. El uno, el neoliberal, impuesto por los prestamistas internacionales, FMI, Banco Mundial y BID, que apostaron por el mercado. Y el otro, que reclamaba una educación que tuviera como objetivo a la sociedad y a la naturaleza: prioridad de los niños y niñas, educación integral para la emancipación, educación como derecho humano, inclusión, respeto a la diversidad, interculturalidad, equidad de género y relación armónica con la naturaleza. Se jugaron por esta propuesta los nuevos movimientos sociales: mujeres, ecologistas, defensores de los DDHH, Ongs, y sobre todo el movimiento indígena, que había logrado, luego de un legendario levantamiento, la legalización del sistema de educación intercultural bilingüe.
En las dos últimas décadas hemos vivido una lucha de sentidos, de paradigmas en la educación: la educación en función del Estado o del mercado o de la sociedad -naturaleza. La revolución ciudadana, en un juego esquizofrénico, asumió el discurso de los derechos, pero apostó por el mercado y el Estado, por una educación al servicio de la modernización capitalista. ¿Cuál es el modelo educativo de los otros presidenciables?