Hay varios tipos de aplaudidores de la política educativa del gobierno. Hay unos que aplauden por desconocimiento, otros por afinidad conceptual, y están los dogmáticos, que servilmente aplauden para halagar al poder.
Si solo tengo como fuente la propaganda oficial, si a través de las cadenas y sabatinas veo por TV los lindos y costosos edificios de las escuelas del Milenio incrustados en los Andes rurales, con sus pizarrones electrónicos y computadoras, y si soy de la ciudad, no dejaré de admirar dichos monumentos.
Por supuesto que desconozco, porque hay escasa información alternativa (autocensurada), que tras la magnífica infraestructura no ha variado la práctica educativa tradicional, con profesores con formación deficiente, acosados con formularios y planificaciones agotadoras, que les restan tiempo para la pedagogía.
En tales escuelas, tras las pomposas paredes, están niños y niñas indígenas que pierden su lengua y son hostigados por su condición étnica. Aulas masificadas y abarrotadas, por niños cansados luego de caminar largas distancias con todos los peligros, o que tienen que montarse en algún transporte inadecuado cual ganado, para llegar a ellas, ya que las escuelas de su comunidad fueron cerradas.
Están padres y madres de familia pobres que sacan de su escaso presupuesto para financiar el transporte de sus hijos, o tienen que abandonar sus hogares para conseguir algún alojamiento en los poblados cercanos a las nuevas escuelas de sus hijos. Migración forzada, que paulatinamente devasta la organización histórica de los indígenas: la comunidad.
Esto es aplaudido por intelectuales y plumíferos que respaldan el concepto de la política descrita, considerándola revolucionaria. Con vehemencia y sin rubor, escriben sobre el triunfo de la “civilización sobre la barbarie”. Ese viejo proyecto racista y colonialista de blanqueamiento del indio, de aniquilación de su cultura, para forzadamente “integrarlo” al mundo occidental, a la lógica y valores del capitalismo. Homogeneización, estandarización y meritocracia, que se nutre del darwinismo social, base conceptual del nacionalsocialismo hitleriano.
Si alguien ignora todo esto, se deslumbra con los edificios de las Escuelas del Milenio. Si un candidato presidencial lo ignora, es imperdonable, pues su deslumbramiento no le permitiría tomar decisiones para frenar esta política que atenta contra el derecho de los niños de tener una escuela de calidad cerca a su casa. No le permitirá parar el etnocidio.
El candidato Moreno, seguramente, conoció lo relatado, por lo que denunció a las Escuelas del Milenio como elefantes blancos. Luego, es probable, le jalaron las orejas, y como en anteriores oportunidades, se retractó. El candidato Lasso, aplaude a dichas escuelas. ¿Qué dicen los otros presidenciables?