Incapacidad para pensar

‘La banalidad del mal y la terrorífica normalidad de los nazis” es un artículo publicado por Jaime Rubio Hancok, en El País, el 24 de marzo del 2017, en el reflexiona sobre el aprendizaje de la afamada filósofa Hannah Arendt al asistir, en 1961, al juicio del criminal de guerra nazi Adolf Eichman, corresponsable del asesinato de millones de personas en campos de concentración.

Al observar el comportamiento del nazi en el juicio, Arendt escribió que “a pesar de los esfuerzos del fiscal, cualquiera podía darse cuenta de que aquel hombre no era un monstruo”. Con honestidad intelectual, la filósofa reconoció no observar a un desquiciado antijudío ni a diabólico personaje. Vio en él “Únicamente la pura y simple irreflexión… que le predispuso a convertirse en el mayor criminal de su tiempo”... “No era estupidez, sino una curiosa, y verdaderamente auténtica, incapacidad para pensar”. A esto Arendt llamó “la banalidad del mal”.

Para el nazi, su actividad en la guerra “constituía un trabajo, una rutina cotidiana”. Así, “Eichmann no fue atormentado por problemas de conciencia”. Fue un militante disciplinado y, sobre todo, un burócrata estatal eficiente. Para Arendt estaríamos ante un nuevo tipo de maldad que a través de la burocracia transforma “a los hombres en funcionarios y simples ruedecillas de la maquinaria administrativa”… que “no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terroríficamente normales”.

El denominador común de estas personas es que fueron entrenados para no pensar. Nunca fue desarrollado su pensamiento crítico. O más bien, fueron cortadas desde muy temprano sus inteligencias y capacidades de creación y rebeldía. Aprendieron desde chicos a obedecer. Son producto de sociedades autoritarias y patriarcales, donde la familia, la Iglesia, la escuela, y una formidable maquinaria de propaganda y lavado cerebral colectivo, crearon seres conformistas y dogmáticos, programados para operar espacios jerarquizados, como la fábrica, el ejército, la burocracia o el partido político.

Sin embargo, las iniciativas del mal, no solo son operadas por burócratas irreflexivos, son manejadas por personajes con sentido crítico, pero se camuflan en una idiotez falsa. Son los “vivísimos” u oportunistas cuya “inteligencia” es aparecer como “disciplinados” y fieles al poder, para obtener beneficios personales. También hay gente inteligente, que por prejuicios o mala apreciación del contexto, terminan apoyando tales proyectos.

En fin, Eichmann fue juzgado y condenado. En otras palabras, el irreflexivo, tarde o temprano se hacerse cargo de sus acciones. Por esto, la educación de hoy habla de aprender a desaprender y a reaprender. A pensar con la propia cabeza. Y a tomar decisiones responsables e informadas.

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