Siendo justos y realistas, el escándalo del asilo a Julian Assange no pudo salir mejor para el gobierno. Hace rato que la política exterior se volvió superficial, mediática y por lo mismo, contraria a las grandes necesidades nacionales. Su único fin es hacer aspavientos, pero sobre todo, poner el único sello izquierdista que le queda a este gobierno: el antiimperialismo y la denuncia de acoso de las grandes potencias, aun a costa de victimizar al Ecuador en el concierto internacional. Por eso necesitaban a Assange, qué puede generar más publicidad mediática que él, el rey del escándalo y los wikileaks. Ecuador prendió luces de neón con su ofrecimiento de asilo. Y cuando lo iba a otorgar y el Reino Unido cometió la torpeza de mencionar (porque si uno lee el documento no hay amenaza expresa) su ley de 1987 sobre sedes diplomáticas y consulares, el sueño del imperialismo embistiendo a un país pequeño se hizo realidad; una realidad no prevista ni siquiera por las mentes lúcidas al interior del gobierno. Se ha convocado a tantas sesiones y organizaciones que parece que la invasión fuese a ocurrir mañana. Pero no, señores, no creo que tengan tanta suerte de que una violación a la sede diplomática una al pueblo ecuatoriano al unísono y de paso garantice la campaña de reelección. ¿Porque de eso se trata verdad?
Pero, para el récord, hay varias cosas que no se han dicho. La primera, la reacción del Reino Unido es de un país extremadamente molesto con otro país que no está ni lejanamente entre su lista de prioridades y con el cual apenas le interesaba tener relaciones de inversión, cooperación en materia ambiental y si se puede, intercambio educativo y cultural. Pero esto no ha marchado con este gobierno. Primero, ese país se enteró por la prensa que le iban a revocar su tratado bilateral de inversiones, no le dieron espacio ni siquiera para renegociarlo y, se enteró–también por la prensa- que lo habían denunciado. Luego, el Ecuador hace un llamado internacional de boicot por el tema de Las Malvinas, sin que tenga ninguna vela en ese entierro. Y lo último, Londres se entera que desde abril se organizó la inserción subrepticia en su embajada de un convicto de la justicia sueca a punto de ser extraditado. Es decir es un Estado que planificó incumplir la ley británica respecto a un detenido por un delito común. Según el mismo comunicado se puede colegir que estuvieron dos meses tratando de negociar un arreglo y –una vez más- se enteraron por la prensa de que la decisión estaba tomada y que no había ya nada que negociar. ¿Se puede ser muy amable con todos estos antecedentes? Por lo demás, no creo que nadie deba preocuparse por un asalto inminente, el Reino Unido lo pensará muy bien por el precedente que pueda crear, aunque los abogados de siempre quieran un nuevo caso con el que puedan hacer dinero en la Corte Internacional de Justicia, a costa del Ecuador.