Más de una vez, todos, sin excepción, hemos decidido no dedicarle ni una hora a algún tema que consideramos que no afectará nuestra vida. Claro, luego, cuando hay consecuencias, somos los primeros en reclamar por qué no se nos escucha, por qué un grupo minúsculo toma las decisiones, por qué hay que respetar el acuerdo, cómo pueden hablar a nombre de la mayorÃa, por qué no respetan mis derechos, entre otras muchas preguntas que se pueden hacer.
Me quiero quedar sobre todo con esta última pregunta, ¿por qué no respetan mis derechos? Llevo años escuchando esta frase como excusa cuando no se quieren asumir responsabilidades o, en otras palabras, aceptar que todo derecho acarrea obligaciones. Quisiera poner un ejemplo para explicarme, no vaya a ser que los defensores de derechos me malentiendan. Para ello tomaré de ejemplo algo muy sencillo, muy común en esta época de vivir en urbanizaciones, conjuntos o edificios.
Se organiza una reunión de copropietarios para tomar decisiones que van desde la rendición de cuentas del año, atraviesa el presupuesto de los siguientes doce meses, asà como los planes de mejoras de un conjunto, con miras no solo a tener una mejor convivencia entre los vecinos, sino impulsar cambios que permita que las viviendas adquieran mayor valor, en caso cualquiera de los dueños quiera vender su propiedad.
El estatuto, como cualquier otro, plantea que, si no llegan a la hora planteada la mitad de los copropietarios, se espere una hora y se instale la reunión con quienes asistan. Los que llegan a tiempo se llenan de paciencia, conversan con sus vecinos, toman un café, conocen a los nuevos hasta que transcurran los 60 minutos. Se toma asistencia y, si se trata de urbanizaciones o conjuntos de unas 100 casas, hay ocasiones que no hay más del 30% de representantes. He preguntado en edificios con 20 departamentos y me han asegurado que el promedio es del 60%.
Asà las cosas, los que se dieron tiempo de asistir, con base en la información que les entregan o su sentir toman decisiones, que afectan a la mayorÃa, es decir a quienes les importa poco o nada las reglas de la convivencia. Sin embargo, son ellos los primeros en reclamar, en agredir a los administradores, en alzar la voz cuando se les exige el cumplimiento de alguna decisión. No se detienen un solo momento a pensar que ellos mismos renunciaron a su derecho a participar, a tomar decisiones, a ser escuchados.
En momentos en que la construcción de lazos dentro de una comunidad es una urgencia, como uno de los caminos para afrontar la inseguridad, la participación y el compromiso con los espacios vitales, como los lugares de residencia, son una herramienta clave. Aquellos momentos en que poco o nada importaba lo que podÃa ocurrir en una determinada calle de una urbanización o conjunto, quedó atrás. Conocer al vecino, saber qué hacer en caso de una emergencia es estar listo y, más allá de aquello, es construir confianza, solidaridad y algo de esperanza en los momentos difÃciles.