Fleuriot de Langle, un viajero francés, escribió: “No tiene un solo cabello que no inspire deseos. Nada en el mundo es tan bello como ella; habría sido imposible hacerla mejor. Cuando ella pasa todo el mundo se asoma a las ventanas e incluso los niños dejan sus juegos para mirarla” (Goya y las mujeres, 2005). Espíritu inquieto y original, ostentaba belleza, gracia, rango y popularidad. ¿Fue verdad el amor de la duquesa de Alba y Goya?
Goya contrajo matrimonio con Josefa Bayeu, hermana de un renombrado pintor quien lo acogió en su círculo. Siete hijos tuvo con ella, sobrevivió uno. Luego se unió con Leocadia Zorrilla con quien concibió una hija. Episodios eclipsados por las maromas de libertino que protagonizó. Su huida de Zaragoza a Madrid por una riña de taberna; su amorío con la duquesa de Alba; su feroz y letal crítica a la realeza, cuya obra La familia de Carlos IV es una mofa histórica en la que dispuso a su arbitrio a los retratados, contrariando las rígidas e inexorables órdenes monárquicas; el espíritu revolucionario e ilustrado que lo indujo a emigrar tras la “gran náusea existencial” que expresa en los Caprichos, Disparates y Los desastres de la guerra…
¿Qué hay después de mi cielo y de mi infierno?
La obra pictórica de Goya no ha podido ser disminuida por grandes que sean sus contradictores como el caso de Ortega y Gasset: “Los objetos que interpreta no le interesan con un interés directo, inmediato, que revele el menor calor humano irradiado hacia ellos. Se limita a interpretarlos según su manera, unos con cuidado, otros con atroz descuido”…
Y en cuanto a sus cartas: “Las cartas de Goya son cartas de un ebanista cualquiera”… Tzvetan Todorov, en su libro Goya, a la sombra de las luces, lo contradice: “Su amistad con los ilustrados de su tiempo le induce a leer y reflexionar sobre su oficio, al punto de sorprender, leyendo ante sus contemporáneos de la afamada Academia todo un manifiesto o teoría de arte que los dejó perplejos”.
Pobre y desnuda va la filosofía. Se trata de un dibujo que, al parecer, incomodó a los egregios pensadores de su tiempo. Espíritu chocarrero, burlón y arrogante, Goya muestra a una joven campesina, cuya vestimenta delata su modesta condición social. Descalza y abstraída, nadie sabrá en qué piensa, sujeta un libro en su mano derecha y otro cerrado en la izquierda. Su rostro es de alguien ignaro y desorientado que alza los ojos al cielo como pidiendo ayuda.
El temperamento apasionado de Goya irrumpe también a favor de los proscritos del sistema. En sus primeros “cartones” (patrones para los tapices reales), aparece su arte denunciatorio contra las iniquidades perpetradas por los poderosos contra los pobres. Dos muestras: El invierno: una familia campesina avanza desolada por la nieve, acompañada por un perro, un burro y un cerdo muerto sobre su lomo. La imagen horada la sensibilidad del espectador con la fatiga y el frío que padecen los peregrinos. ¿Adónde van? Es el camino de los migrantes de todos los tiempos, de una vida miserable a otra peor.
El albañil herido, 1786: masas de color de fondo y restos de andamios. Dos hombres desarrapados llevan en sus brazos a otro con su cabeza caída. El cuadro exuda dolor. ¿Qué pintaba el albañil en las paredes del palacio real?
¿Tuvo relaciones amorosas Goya con la duquesa de Alba? La verdadera respuesta seguirá en la bruma del misterio. No obstante, hay indicios indesmentibles. El Álbum A de Goya, 1976, que seguirá enriqueciéndolo hasta su muerte, 30 años después. Suerte de bitácora de su ser íntimo. Diario visual de un artista que vivió para crear. La duquesa sobrevuela por este compendio de imágenes. Aparece peinándose o acariciando a su hija adoptiva o escribiendo. Un retrato en 1979, vestida de maja con dos anillos con los nombres de Goya y Alba, y señalando el suelo donde está escrito Solo Goya. La imagen de la mujer aparece también en los Caprichos (1797-1798) en varias versiones.
Sordo y viejo, soportando dolores de cabeza insufribles, seguirá acaso por los siglos de los siglos, remirando a la duquesa de Alba, en uno de sus grabados –mujer pájaro prendida a una rama de árbol–, muy cerca de un hombre que es Goya, mientras otro pájaro militar se aproxima a ellos con intención de llevársela, o en Velavérunt (Volaron), estampa en que la duquesa vuela con alas de mariposa, mientras tres personajes masculinos aparecen suspendidos a sus pies, o en su Sueño. De la mentira y la inconstancia: otra mujer también con alas de mariposa semejante a la duquesa pero con dos caras: una mira a un hombre con los rasgos de Goya, afligido, derrotado, que la toma del brazo con gesto de súplica…
“El mascarón, la muerte,/ la Corte, la carencia,/ el vómito, la ronda,/ la hartura, el hambre negra,/ … el sueño,/ la paz, la guerra” (Rafael Albert).