Hace más de una década, en la pompa del régimen autoritario de Correa, Francisco Huerta Montalvo, miembro de la comisión que investigó el bombardeo de Angostura, con la transparencia que vivió su vida, afirmó que «el narcotráfico penetró con bendición oficial». Habló de una «narco democracia». El campamento de las FARC, asociada al tráfico de drogas, se instaló en nuestro territorio con el agrado y complicidad del régimen que buscó vender humo en nombre del socialismo del siglo XXI.
Francisco Huerta Montalvo tuvo razón. Estábamos cerca de ser un narco-Estado. La economía criminal había penetrado el tejido social, las instituciones de la fuerza pública, los partidos políticos, su representación en la asamblea nacional y en los gobiernos locales. Años después lo ratificará el embajador de los Estados Unidos, Michael J. Fitzpatrick. La fiscal Diana Salazar, en los casos «Metástasis», «Purga», «Plaga», y «Encuentro», levantará el velo de esta tragedia
No hay duda que la organización política liderada por Rafael Correa está oscurecida en su totalidad por la corrupción. Ahora, sabemos también de sus vínculos con el narcotráfico. Jorge Glas salió libre con el dinero sucio de la mafia. Por eso la furia de Correa con el gobierno de Daniel Noboa, porque no facilitó el escape de Glas desde la embajada mexicana. Gimió al mundo que castigue a su propio país y hasta pidió el bloqueo del puerto de Guayaquil.
Al correísmo no le importa ni le interesa las reglas y la democracia. Echó a la basura las resoluciones del Consejo Administrativo de la Legislatura y el orden de precedencia en los juicios políticos. Enterró los procesos empezados contra tres funcionarios de Guillermo Lasso, para aligerar el enjuiciamiento político a las ministras Palencia y Sommerfeld.
¿Qué hicieron la canciller Gabriela Sommerfeld y la ministra del interior, Mónica Palencia, para que amargue tanto a Correa? No permitir el escape de Glas con el encubrimiento de López Obrador. No dejar libre a su compinche. Evitar la impunidad. Defender los principios. El régimen mexicano violó el convenio sobre el asilo y manipuló el principio de inmunidad e inviolabilidad, reservada para diplomáticos y extenderlo a un delincuente. Correa está colérico. No le importa el país. Sólo busca volver para indigestarse del poder sin límites. Pero el enjuiciamiento político podría ser un fracaso, que se añada al historial de fiascos que languidecen a un caudillo irascible y estropeado.