En las décadas pasadas, la hegemonía,imperativa e intelectual, de la Escuela Neoliberal con los Chicago Boys y Milton Friedman a la cabeza sostenían que los dictados y rumbos de la política estaban previstos o determinados por la economía. Que las grandes verdades liberales arrastraban los giros de la democracia y la siempre imperfecta institucionalidad de las Repúblicas. Dos casos, sin embargo, contrarían al prepotente horóscopo. La caída de Marco Pérez Jiménez en Caracas el 23 de enero de 1958 y el triunfo del No a la dictadura de Pinochet el 5 de octubre de 1988.
La década del 50 del siglo pasado fue extraordinaria para Venezuela durante el régimen del dictador y presidente, general Marco Pérez Jiménez. Su período bajo el lema del “Nuevo Ideal Nacional”, se caracterizó por un marcado progreso económico y social. Con el aumento de la producción y precios del petróleo se desarrolló una ambiciosa infraestructura, la cual se pudo ejecutar y dio como resultado obras de la magnitud de las Torres del Centro Simón Bolívar, la autopista Caracas-La Guaira y el Paseo Los Próceres, entre otras. También se logró un gran desarrollo de industrias como la hidroeléctrica, la minería, la siderúrgica y el sector de bienes raíces.
Sin embargo, la economía no pudo compensar a las necesidades políticas de la democracia por primaria que esta haya sido en el país llanero; así como tampoco, la permanente represión a toda oposición. Además, se pretendió vulnerar el pronunciamiento popular en las urnas como había sucedido al inicio del Régimen. La economía tenía tela para cortar, la política no. El 1 de enero de 1958, la Fuerza Aérea se insubordinó y bombardeó el Palacio de Miraflores; la rebelión fue sofocada, pero luego siguieron lo estudiantes y el pueblo general, hasta que las Fuerzas Armadas permitieron que en el avión presidencial “la Vaca Blanca” Marco Jiménez viajara al exilio.
El caso de Pinochet fue similar. La economía respondía positivamente al modelo, Chile se había recuperado, el estándar de vida se había equilibrado y la democracia, libertades y derechos eran cosas secundarias. El Régimen aceptó confiado –cómo no lo iba a estar- al reto del plebiscito y sin contar con las raíces históricas se inició la Concertación por la Democracia. Un lenguaje que para los ecuatorianos es tan difícil como el arameo antiguo. El No venció, se reinstaló la democracia y el modelo no fue afectado; es decir, se adaptó a la política y no al revés como pretenden los sacerdotes del mercado.
Es difícil comparar los casos citados, pues en la América Latina de hoy existe el fenómeno contrario. Las economías populistas o del siglo XXI se desmoronan como en Venezuela o Argentina, o encuentran dificultades severas en Ecuador. Lo único es que hay que tener la precaución de no recurrir a una fiscalía o a un juzgado a declarar sobre un asunto de nivel estatal, porque puede ser víctima de un suicidio.