Oportunamente, Luis Almagro, secretario general de la OEA, se dirigió a Venezuela sugiriendo la participación de la organización continental como observadora en las próximas elecciones. La presidenta del Consejo Nacional Electoral, señora Tibisay Lucena, rechazó tal pedido por considerarlo un intento de desestabilización del gobierno de Maduro y de intervención en asuntos internos de Venezuela.
A este desplante ha respondido Almagro con una carta cuya esencia puede significar que, por fin, la OEA ha resuelto asumir con entereza y claridad el papel que le corresponde en lo tocante al fortalecimiento de la democracia y la defensa de los derechos humanos.
Desafiado a dar fundamento legal y ético a su pedido, Almagro ha presentado argumentos irrefutables. Se ha referido a las obligaciones impuestas por la Carta de la OEA y la Carta Democrática Interamericana y ha mencionado los siguientes hechos: en la campaña electoral, la oposición no ha gozado de condiciones de participación equitativa; los candidatos del Gobierno han sido beneficiados con recursos financieros oficiales; la confección de las papeletas electorales ha creado deliberada confusión; el plan de seguridad electoral se ha traducido en un trato discriminatorio a la oposición; se han cambiado las reglas del juego para favorecer al Gobierno; conocidos candidatos de la oposición y algunos partidos políticos han sido inhabilitados; el estado deexcepción ha perjudicado a la oposición; la libertad de prensa y de expresión han sido irrespetadas. Almagro analiza también la condena judicial contra Leopoldo López y los atropellos cometidos durante el juicio.
“Venezuela tiene obligaciones con la democracia que trascienden a su propia jurisdicción”, ha dicho Almagro al recordar a la señora Lucena que tiene la obligación de garantizar que las elecciones sean justas y transparentes. “Si yo no prestara atención o callara ante los hechos (…) me deslegitimaría, especialmente ante la esencia de los principios en que creo y espero nunca abandonar, de defensa de la democracia y firmeza en la promoción de los derechos humanos”.
La formidable carta de Almagro concluye con el siguiente párrafo ejemplar: “La libertad, la democracia y el respeto y a los derechos humanos son valores de todos. Frente a la más mínima duda sobre el funcionamiento de la democracia, nuestro deber, el suyo señora Lucena y el mío, es dar garantías para todos y no desviar la vista ni hacer oídos sordos a la realidad que tenemos frente a nosotros”.
La Venezuela de Maduro y Cabello ha reaccionado ante la “demoledora” carta de Almagro calificando a la OEA de “pervertida, corrompida y desprestigiada”.
La actitud del Secretario General de la OEA merece el respaldo de todas las fuerzas democráticas y debería suscitar la reacción positiva de los gobiernos.