Es posible que las elecciones primarias realizadas en Argentina el pasado domingo y el microdebate por una reelección indefinida en Ecuador, hayan sido consideradas como una alerta para el escenario gobiernista.
Sin embargo, hay diferencias que apuntan a distintos horizontes. En la Argentina es evidente el principio del fin, hay indicios que el kirchnerismo se conduce en dirección contraria a la inflación: baja y no sube. Aunque en los dos países existe una enraizada matriz populista, en la coyuntura hay matices que pronostican un variado destino político.
En primer lugar está la economía. La inflación -según datos no gubernamentales, en las orillas que bordean el Río de la Plata -está acercándose al 30%; La coexistencia de tres cambios paralelos para el dólar, de los cuales el “blue” de la calle casi duplica al oficial, es suficiente para concluir que hay una enfermedad de pronóstico reservado.
La otra diferencia con los argentinos es que existe una oposición: fragmentada y con graves problemas genéticos para coincidir en una concertación, pero existe. Sus anárquicos protagonistas y militantes están en la escena y han logrado que fracase el proyecto de la re reelección, que no pase la reforma judicial y acaban ganar importantes bastiones en las elecciones primarias.
Esas variables no se dan en el Ecuador. La dolarización y el petróleo controlan el índice inflacionario, aunque han empezado síntomas de otra enfermedad. El alto gasto público está pasando la factura y ha comenzado un reajuste como el control a beneficios laborales de los servidores públicos, desde la eliminación del almuerzo, revisión de viáticos y compromisos sociales que han dado buena vida a la hotelería en estos años de prosperidad. Alarma también la salida del empleados del IESS que hacen recordar épocas cuando nos defendíamos con el sucre a capa y espada.
La otra gran diferencia es que en el Ecuador no existe oposición. Hay algunos actores que deambulan como fantasmas sin reposo, pero sin la menor convocatoria. Otros han optado por el silencio y se aproximan a derrotas aplastantes en los comicios municipales y se sospecha que pueden estar mutando a ser los grandes electores del actual Presidente. Los bufones son así. La inimitable sonrisa en la máscara de cartón es indispensable en las comparsas.
El enfrentamiento con el Alcalde de Guayaquil fue una escaramuza, pero lograron introducir en el banquete el plato fuerte de la reelección indefinida; además, se comprobó que ‘los opositores’ del Guayas cedieran el liderato de la Prefectura, a pesar de que el electorado de esos lares es el que elige mayoritariamente a ese funcionario.
Es probable que en los barrios porteños de la urbe argentina, algún tango o milonga entone con ironía y nostalgia nuevos tiempos. En el Ecuador es lo contrario, nos entretenemos con la reelección y nos angustia el destino de los puertos.