Muchos temas de importancia se han presentado en estos días, que invitan a la reflexión: las sugerencias para afrontar la mil veces negada crisis económica que vive el Ecuador; las gestiones malabáricas del oficialismo para obtener fondos de “inversión” que van a pagar deudas y a llenar huecos financieros; las inauditas maniobras del Gobierno para controlar a la Universidad Andina Simón Bolívar, ejemplo de buena administración y excelencia académica; el boicot a un asambleísta que osó romper la disciplina partidista para dar libre expresión a su conciencia; la improductiva y retórica Cumbre de la Celac, entidad cuyo objetivo sería, según el Gobierno, reemplazar a la OEA y desintegrar el diálogo con Estados Unidos y Canadá; la visita de la Presidenta del Brasil. Pero, en este conjunto, merece destacarse el pandemonio en que se convirtió la convocatoria de Pachakutik para unir esfuerzos a fin de restablecer la vigencia de los valores democráticos en el Ecuador.
Todos aceptan que es necesario encontrar un acuerdo mínimo entre las distintas expresiones de oposición al Gobierno, pero las desavenencias emergen al definir a los que participarían en ese acuerdo. Parece razonable que no se mire de buen grado la presencia de quienes han perdido credibilidad por haber formado parte del gobierno cuyas políticas se desea cambiar, a pesar de que algunos de tales pudieran haber abierto los ojos ante los innegables abusos oficiales.
Irracional, en cambio, resultaría excluir, por prejuicios, a quienes arbitrariamente se califica de “derecha”, como ocurrió en la reunión convocada por Pachakutik. Las ideologías deben subsistir y fortalecerse, pero las clasificaciones de derecha o izquierda, que tuvieron su explicación histórica que va perdiéndose en el altar del pragmatismo, no deben impedir que las tendencias políticas sean juzgadas examinando la modernidad y sustancia de sus planteamientos.
En la actualidad, la justicia social es una meta que buscan por igual las fuerzas que se dicen de derecha o de izquierda. ¿Quién puede estar en contra de una mejor distribución de la riqueza? ¿Quién, en contra de la excelencia en la educación y la salud o del aumento de los puestos de trabajo creadores de riqueza? Si todo extremismo es malo, hay que dejar de lado prejuicios y clasificaciones, tan utilizados los unos y las otras por este nefasto Gobierno cuya prolongación en el poder se desea impedir democráticamente.
De allí que resulte lamentable que en la reunión de Pachakutik los ánimos se hubieran caldeado hasta el punto de escucharse gritos excluyentes. El resultado fue un auténtico pandemonio tanto por el ruido y la confusión como porque parecía que allí se hubiesen juntado todos los demonios de la discordia, para satisfacción precisamente de aquellos cuyos abusos se quiere combatir.