Guaidó en su laberinto
Rebosante de juventud, decidido y seguro, se presentó ante el mundo Juan Guaidó cuando anunció haber asumido la función ejecutiva en Venezuela. Experiencia política habrá tenido porque, de lo contrario, no se explicaría su elección como Presidente de la Asamblea, única institución legítima subsistente en su país. Pero su decisión, aunque plenamente constitucional, tomó por sorpresa a todos.
El drama de Venezuela era y es de tal magnitud que las fuerzas democráticas del mundo esperaban que el sufrido pueblo, decidido a retornar al goce de la democracia, tomara su futuro en sus manos y pusiera fin a la tragedia humanitaria, ética, económica y política que le ha empujado -¡tres millones!- a buscar en ajenas tierras el modesto sueño que en las propias ya no es posible.
Las manifestaciones populares de rechazo al ignaro régimen de Maduro no fueron concluyentes, como tampoco lo fueron la lucha heroica pero descoordinada de una oposición dividida, o las prisiones de opositores y líderes democráticos: Maduro, sólidamente sentado sobre una plataforma militar sumisa, ha usado arbitraria pero eficazmente los instrumentos creados por la revolución socialista para mantenerse en el poder.
Fue entonces cuando la voz del joven Guaidó, tomando fuerzas de necesidad, sacudió la inercia nacional e internacional. La inicial sorpresa con que se le escuchó fue transformándose en expectativa y finalmente en esperanza. Ganando rápidamente en experiencia, Guaidó confirmó su liderazgo con decisiones difíciles y acertadas. Si alguien pudo dudar de su capacidad para orientar el descontento popular hasta hacerlo fructificar, hoy todos le reconocen esa virtud. Su serenidad, dinamismo y firmeza inducen a confiar en que no es ni improvisada su acción política, ni producto del azar, sino resultado de un análisis objetivo de la realidad y que, además, cuenta con el apoyo necesario para asegurar su éxito.
Al paso de los días, las manifestaciones a favor de Guaidó han ido creciendo. Pero, ni el respaldo popular multitudinario, ni la frustrada entrega de ayuda humanitaria, lograron definir o aclarar la situación. Felizmente, la creciente solidaridad internacional no solo estimuló a los venezolanos en su lucha sino, además, sirvió para poner en evidencia la decisión de Maduro de aferrarse al poder. Las sombras de crímenes de lesa humanidad empiezan a verse en sus acciones represivas. La comunidad internacional, con la excepción de algunas potencias autoritarias, ha tomado partido por Guaidó. Las semillas de la guerra fría están sembrándose de nuevo y parecen germinar en Venezuela.
Guaidó se encuentra resolviendo su propio laberinto…pero no está solo. Sigue firme y su pueblo lo mira con angustiosa expectativa. Sería muy peligroso que el statu quo continuara invariable. ¡Algo tiene que suceder, y pronto…!
jayala@elcomercio.org