Fragilidades múltiples: de la fauna y la flora nativas, de las minorías culturales, de las fuentes de agua. Son estas constantes que debemos recordar, una memoria que ha sido re-creada por cuatro artistas australianos quienes -a través de sus instalaciones realizadas in situ- han establecido un diálogo bilateral de fragilidades compartidas.
A modo de antesala a la Bienal de Cuenca, la muestra promovida y curada por Natalia Bradshaw en el Salón del Pueblo, resultó un extraordinario aporte de Australia, un país con el que hemos tenido poca relación.
Una preciosa araña macho de apenas 3 milímetros repiquetea con su cola multicolor, claqueando un par de brazos para atraer a la hembra. La seducción se acompaña de un sonido rutilante captado por un vibrómetro en la pieza de video/fotografías de la artista Fernanda Cardoso quien resalta las “conversaciones” entre estos minúsculos seres que nos recuerdan su lucha por la supervivencia. Una obra de una belleza y una profundidad conceptual extraordinarias. En otro cuarto, Caroline Rothwell cuelga grandes transparencias de fotografías históricas del Amazonas, cuya figura ha sido intencionalmente borrada; acompañan esculturas suspendidas sujetas con cuerdas negras y rocas a modo de contrapeso; una de estas tiene un vaso destapado de agua que se evapora a medida que pasan los días creando un desequilibrio en la pieza completa, una metáfora de los brutales cambios climáticos. Rachel Kent, curadora del Museo de Arte Contemporáneo de Sydney, cuyos textos iluminadores otorgan nuevas y múltiples lecturas de las obras, destaca la colorida pancarta que se descuelga del techo, del artista aborigen urbano más importante de la isla, Reko Rennie quien juega con el tema de ocultamiento y revelación de una población indígena a la que los colonizadores trataron con brutalidad y sin piedad alguna.
Un intenso olor a yerba fresca nos dirige a otra habitación, a una especie de mesa de disección larga cubierta de plantas medicinales cuidadosamente seleccionadas por la artista Janet Laurence. Conocida por sus instalaciones elegíacas que abordan problemas medioambientales acuciantes, esta obra “site specific”, analiza la fisiología de estas plantas ecuatorianas, algunas empacadas en gasas delicadas a modo de órganos enfermos. Acompañan tubos de ensayo, láminas de antiguos libros de medicina o botánica. Una especie de hospital de rehabilitación que insiste en la fragilidad del planeta.
Lo frágil dialoga de manera horizontal con las premisas de esta nueva Bienal XIII, con la “impermanencia” planteada por Dan Cameroon el curador de la misma. Un excelente abrebocas para pensar en proyectos culturales Sur-Sur, Pacífico, y cuyas historias tienen mucho en común, más allá de la cuestionada minería o el personaje Assange.