Esta semana The New York Times publicó un reportaje sobre la batalla legal que mantiene Rupert Murdoch –propietario del imperio mediático Fox News, Fox Broadcasting Company y News Corp., que incluye a The Wall Street Journal, The New York Post, así como otros medios en Gran Bretaña y Australia– contra tres de sus hijos, para favorecer a Lachlan, hijo mayor y sucesor seleccionado, que administra los bienes familiares desde 2019.
Murdoch busca modificar los términos de un fideicomiso ‘irrevocable’ que da la administración del patrimonio familiar a sus cuatro hijos mayores cuando él fallezca. El padre asegura que su intención es garantizar la línea editorial conservadora que considera en peligro por las posiciones moderadas de sus tres hijos menores, para lo cual apela a una cláusula sobre cambios de buena fe. Como no hay acuerdos, un tribunal testamentario determinará si los cuatro hermanos mantendrán su voto igualitario en las decisiones empresariales o el mayor tendrá poder de veto.
La primera reminiscencia que provoca esta disputa es a William Randolph Hearst –magistralmente retratado por Orson Welles en la película El ciudadano Kane–, quien durante la primera mitad del siglo XX construyó la corporación de medios de comunicación más grande del mundo, integrada por 50 periódicos, revistas y estaciones radiales (aún activa), que también radicalizó su posición política y es estudiado en las facultades de comunicación como un experto manipulador de información en beneficio de sus intereses políticos y comerciales.
La segunda reminiscencia es a la vieja –y supuestamente superada– institución del mayorazgo, a la que ya en el siglo XVIII Jovellanos llamaba la “más repugnante a los principios de una sabia y justa legislación”, pues como señala José Mariluz Urquijo, prescinde de la igualdad ante la ley por una visión estamental, opuesta a los planteamientos de las revoluciones liberales que dieron paso a los actuales Estados, hace más de dos siglos.