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En épocas en que el mérito no es precisamente la mejor carta de presentación de la política nacional, es necesario destacar cuando notables ecuatorianos están haciendo la diferencia, precisamente por sus méritos. Ese es el caso de Fernando Sempértegui, uno de los más connotados científicos ecuatorianos, graduado de Tuffs University en los Estados Unidos, becario Fulbright y uno de los primeros académicos ecuatorianos en ser reconocidos en el exterior. Y escribo estas líneas, porque no puedo creer que con un historial académico como pocos, un prestigio internacional sin mancha y con un particular pasión por la ética y el servicio al país Sempértegui no haya ganado en primera vuelta y por ovación la reelección como Rector de la Universidad Central del Ecuador. Fernando podría haberse quedado cómodamente en su posición de investigador y médico prestigioso o tomando clases de Relaciones Internacionales y Negociación como afición (así lo conocí), pero decidió arremangarse la camisa y luchar por su universidad y por el país.
No cabe duda de que el fango politiquero que ha entrampado al Ecuador por largo tiempo, también lo hizo con la universidad. Por décadas, la politiquería hizo trizas no sólo los edificios y la institucionalidad de la Universidad Central sino también los títulos y los sueños de miles de sus estudiantes. Los partidos se disputaban y se siguen disputando la Central, especialmente el MPD, no se dieron cuenta que sus acciones sólo devaluaron los títulos de todos sus estudiantes, especialmente de los más pobres, de aquellos que no tenían conexiones o parientes para tener un empleo digno al final de sus esfuerzos. Sus abusos políticos convirtieron a esta gran institución en una estafa velada: Aún gratis, costaba más estudiar en la Central que estudiar en la San Francisco precisamente porque la reputación de la primera hacía in-contratable a quien pasaba por sus aulas, con excepción de las carreras donde tenían un cuasi-monopolio.
Sempértegui empezó a cambiar esa realidad hace cuatro años y a restaurar el prestigio de la universidad más antigua del Ecuador. Las cifras hablan por sí solas: de apenas 60 artículos indexados en Scopus, ahora hay más de 300 escritos por académicos centralinos. Hay más de 150 proyectos de investigación registrados, muchos, liderados por profesores senior. Cuando asumió Sempértegui, apenas había 39 profesores cursando doctorados y entre ellos, sólo cinco mujeres; ahora hay más de 470 doctorantes y entre ellos 188 mujeres. El rectorado de Sempértegui dio un giro de 180 grados a la política tradicional de pasar por alto derechos y garantías para profesores y estudiantes. No reelegir a Sempértegui sería el peor error que podría cometer la gloriosa Universidad Central. En lugar de un proceso sostenido de cambio y desarrollo académico, regresaría otra vez el oscurantismo y la politiquería. Ojalá apuesten por el futuro.