Los datos de esta semana revelan fuertes sospechas de corrupción en el cobro del transporte municipal.
Hace unas semanas contábamos la historia de los controles burlados por personas que abordan los buses del sistema municipal sin pagar o infringen otras normas básicas.
Los datos que ya manejan concejales señalan que la posible estafa tiene varias explicaciones: uso de los boletos ya vendidos, subregistro de cobro en las máquinas y ausencia de un conteo certero de monedas.
Las pérdidas por estos aspectos suman USD 40 millones al año. Los pagamos todos y debieran ser destinados a otras urgencias. Pero por indolencia o corrupción se esfuman.
Esa realidad se evidencia en un reportaje que este Diario publicó este domingo. Independientemente de los correctivos y las sanciones que se pudieran impulsar como escarmiento, los cambios urgen.
El transporte municipal moviliza a 650 000 pasajeros diarios. Se trata de los alimentadores, troles y automotores que circulan por la Ecovía. Es importante que este sistema funcione de modo óptimo.
Paralelamente Quito afrontará un reto mayor cuando entre en operaciones el Metro. Por cierto, su funcionamiento ya no debiera tardar tanto tiempo. Hará falta un concurso transparente y la entrega de la operación a una empresa seria, con experiencia y eficiente para garantizar la seguridad y la calidad de los viajes.
La unificación de tarifas, los aspectos tecnológicos para modernos sistemas de control, el diseño técnico de las líneas existentes de alimentadores y las demás que corren a cargo de empresas privadas, deben ser parte de un todo integral.
Un reordenamiento del transporte municipal y sus sistemas, el dibujo de nuevas rutas y exigencia de los ajustes que deban hacer los buses privados pueden mejorar la calidad.
Buen trato a los pasajeros, seguridad en los vehículos actuales así como en los vagones del sistema Metro, y una más ordenada circulación vehicular, no pueden esperar más. Quito colapsa, pierde dinero y la gente pierde la paciencia.