Mujeres ecuatorianas, entre logros y luchas

8M es un día para levantar la voz, pero también para celebrar los logros de las mujeres ecuatorianas y llamar a la acción frente a los problemas aún no resueltos. 

Tras años de presión, el asesinato de mujeres por odio al género está tipificado como femicidio, desde agosto del 2014. Es la primera ley de protección a la mujer, pero es insuficiente en un país como Ecuador. 

Aquí no se cuenta con mecanismos para propiciar ambientes seguros para niñas, adolescentes y mujeres. El Ministerio de la Mujer y Derechos Humanos registra, entre 2014 y 2022, 599 femicidios.

Es decir, 67 mujeres, en promedio anual, perdieron la vida en nueve años. Gran parte de los casos ocurrieron en manos de sus parejas o exparejas.

Lo más sorprendente es que el 62% del total de femicidios se da en mujeres jóvenes de 15 a 34 años de edad. 

La lucha por bajar los niveles de violencia contra la mujer no ha parado. En noviembre 2017 se aprobó la Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia en contra de las Mujeres.

Este acierto a nivel legislativo hay que reconocerlo, pero las cifras de muertes violentas de mujeres en vez de reducirse han aumentado en Ecuador.

En 2017 se registraron 90 asesinatos y en este 2022 subieron a 303. Estas cifras ¿no son un llamado a pensar qué estamos haciendo como sociedad para prevenir y eliminar la violencia de género?

Dos años después, en 2019, una sentencia  por violencia obstétrica de la Corte Constitucional también nos recordó que la mujer sufre maltrato desde el mismo momento de dar a luz una vida. 

Desde entonces, el Ministerio de Salud cuenta con una guía de humanización del parto, pero muchas de las beneficiarias lo desconocen. 

El trato violento y discriminatorio sigue siendo un problema en distintas áreas, como el empleo, la política, el acceso a atención médica, la educación…

Vale la pena hacer una pausa y reflexionar: Si bien hay más mujeres que ocupan puestos directivos, cargos influyentes de liderazgo, en la práctica el camino todavía está empedrado. 

Basta con analizar las brechas salariales, el tiempo que a una mujer le toma ascender versus a un hombre o la tasa de desempleo, que es más elevada para las mujeres.

Este 8M debiera ser un punto de no retorno para que la sociedad en su conjunto ponga  fin a la violencia y la discriminación en contra de la mujer.

Esta lucha diaria debe abrazarse desde el seno de los hogares con una educación más inclusiva, equitativa y de calidad. Solo entonces podremos hablar de mayor igualdad y de que las mujeres gozan de las mismas oportunidades y derechos.

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