La futura generación todavía pagará los cuantiosos cargos por los empréstitos que ha contratado el actual Gobierno para varios megaproyectos de infraestructura energética.
La contratación de estas obras, cuya importancia nadie discute, es entregada de modo directo, sin que haya mediado licitación alguna, como es aconsejable cuando se trata de millonarios préstamos y largo endeudamiento.
Además, hay algunas licitaciones de los megaproyectos que fueron adjudicadas con la cláusula de financiamiento, es decir solamente participan aquellas empresas que además garantizan el dinero para la construcción. Otras obras se enmarcan en un régimen especial.
Los recursos básicamente provienen de países como la China Popular, con la que Ecuador tiene una deuda alta con fuertes tasas y muy concentrada. Además, Rusia y el Banco del Seguro Social (Biess).
Lo curioso de todo es que los ingentes recursos que el Estado ha recibido durante estos últimos cuatro años, en el actual período presidencial, los más voluminosos desde que se empezó a extraer petróleo en 1972, han servido primordialmente para solventar el millonario gasto corriente.
La principal demanda del voraz Presupuesto del Estado está en el pago de sueldos a la burocracia y en sostener una política clientelar que mantiene altos bonos y subsidios y una alta incidencia estatal, sin haber fomentado una economía que aliente la inversión privada destinada al sector productivo y que genere plazas de trabajo.
Hoy, con abundante dinero que ha ingresado en las arcas fiscales, era prioritario invertir al menos una parte en megaobras, atenuando el endeudamiento que pagarán con altas tasas los ecuatorianos del mañana.