La conexión reactiva de los avatares de la geopolítica en el mundo árabe y sus alrededores es directa e innegable desde hace cerca de 40 años.
Esta vez un ataque con drones a una de las más importantes firmas petroleras en dos de sus refinerías en Arabia Saudita, levanta el avispero.
Las informaciones aluden a una reacción de un grupo rebelde del Yemen en tensión con Arabia Saudita. También se habla de conexiones con otro actor preponderante: Irán.
Desde la década de los 80, y luego de la conformación de la OPEP, para contrarrestar el poder de las Siete Hermanas, en especial de los gigantes petroleros estadounidenses, el mundo árabe empezó a hacer estrategias para influir en los mercados.
En la concepción de acumular y manejar las reservas se basó su primera jugada para convertir al planeta -ya petro-dependiente- en un actor pasivo y a la expectativa.
Arabia Saudita es el primer país en extraer petróleo. Su alianza con Estados Unidos durante varios años ha sido constante y determinante.
En ese escenario, la tensa situación entre el gigante asiático Irán y Estados Unidos agrega ingredientes riesgosos y que afectan al mercado.
Durante la larga guerra entre Irán e Iraq, Estados Unidos influyó.
Luego, el mundo asistió a dos guerras en la zona cercana al Golfo Pérsico, con claros ingredientes geopolíticos y hasta religiosos. Esas guerras, con matices, forzaron a grandes incrementos del precio del crudo.
Unas conversaciones sobre el tema nuclear entre Estados Unidos e Irán, en años recientes, no terminaron en buen puerto. Agriaron la relación.
Las capturas de barcos en el Golfo Pérsico y en la zona del Estrecho de Ormuz agregaron otros ingredientes preocupantes hace pocos meses.
Pero del petróleo que se extrae de esa zona depende buena parte del mundo. Rusia es un jugador atento – incluso en lo militar – y China se nutre del crudo que sale de allí.
Por ahora el mercado se muestra, como siempre, nervioso. Los precios suben de forma impredecible. Ecuador está atento a los impactos, exporta crudo pero importa derivados.