Sí, es motivante escuchar que, por primera vez, las autoridades relacionadas con la gestión del riesgo tuvieron el buen acierto de emitir alertas ante la llegada del fenómeno de El Niño.
Pese a que Ecuador no tuvo el impacto de este evento, el país tuvo toda una estrategia. Hubo comunicación, investigación, educación, acciones preventivas en las ciudades, alertas emitidas a tiempo y otras acciones que son catalogadas como un avance en la prevención.
Sin esa forma articulada de trabajo entre todos los sectores, público, privado y academia, no hubiera sido posible conocer el real alcance de un nuevo Niño en el país.
El Comité del Estudio Regional del Fenómeno El Niño reunió a todos los actores que tenían que ver con muchas áreas.
Por ejemplo, el monitoreo, estudios científicos y académicos, las medidas de comunicación, educación, simulacros, tareas de señalética, mapas de riesgos, zonas de evacuación, albergues…
Es una larga lista de participantes que actuaron por un bien común, que era evitar grandes desastres por el posible impacto de este evento.
La preparación ante el eventual impacto del fenómeno de El Niño es destacable, ya que los sectores público y privado, la academia y la población participaron. Es la primera vez que Ecuador tiene este tipo de práctica y se espera que cada año se emule.
Felizmente, El Niño no ocasionó impactos en las costas ecuatorianas. Sus condiciones oceanográficas-atmosféricas solo duraron pocos meses (septiembre-diciembre); es decir, no tuvo una incidencia en la época invernal.
En cambio, precisamente, la época invernal nos mostró otra realidad. Seguimos viviendo en las mismas condiciones de todos los años cuando llega la temporada de lluvias.
Por el momento se sabe que este invierno fue deficitario en lluvias y es una de las razones por las que hemos tenido los cortes de luz; aunque, ese es otro tema.
Si tuvimos una escasez de lluvias, ¿por qué se cayeron puentes, se destruyeron vías, se inundaron las ciudades y comunidades, y por qué volvimos a ver nuevamente la gente con el agua hasta el pecho?
Simplemente, porque hay muchas deficiencias de las que son responsables el Estado, los gobiernos seccionales y la población.
No se miden las condiciones de riesgos para vivir, se autoriza la construcción de viviendas en zonas de peligro, se hacen mal las vías o puentes, y no se planifican ciudades seguras para los ecuatorianos.
En definitiva, tenemos una visión de muy corto plazo sobre este problema. Lo más preocupante es que casi nadie toma en cuenta otro elemento: el cambio climático. Esta es una realidad e influye en nuestro diario vivir.
Con esa mala percepción, nos acostumbramos a ver los destrozos como un hecho más del paisaje.
Así que los ecuatorianos tuvimos unas lecciones positivas, pero paralelamente, otras malas, porque falta mucho para aprender a dejar de ser reactivos, antes que preventivos.