Luego de la aprobación de la Ley de Fomento Productivo, la generación de plazas de trabajo depende de la inversión interna y foránea, y desde luego de los estímulos a la producción.
Hay quienes repudian la inversión extranjera por prejuicios, pero esa opción es una fuente natural de generación de valor, reconversión industrial, creación de fuentes de trabajo y pago de mayores impuestos.
Otro ámbito clave, luego de las expectativas por la remisión de intereses y multas por la cual el fisco apunta a recaudar hasta fin de año hasta USD 600 millones, es tocar puntos sensibles de la producción.
Todo indica que el Gobierno quiere estimular al agro, de donde salen los alimentos que deben ser abundantes y con precios razonables para productores y consumidores, y pueden apuntalar las exportaciones.
Otro sector clave es el de la construcción, uno de los motores más dinámicos de dotación de mano de obra en los segmentos menos calificados y que requiere de préstamos en buenas condiciones.
Y en último término pero tan importante como los otros, está el sector de los pequeños y medianos empresarios, cuya actividad se esparce y hace grande la economía de un país. Y es allí donde no debe dejar de llegar el crédito público como agente multiplicador de diversas fuentes de empleo y riqueza.
Para alcanzar a cubrir a los segmentos mencionados, el Gobierno tiene tres brazos ejecutores primordiales: BanEcuador, Banco del Pacífico y la Corporación Financiera Nacional.
Las líneas de crédito, según cada sector, van desde los USD 30 000 hasta los USD 3 millones.
Las pequeñas empresas y productores del campo muchas veces caen en las garras de prestamistas con intereses usureros, lo cual complica la labor. Allí es donde se debe apuntar el crédito que estimule la producción y la creación de trabajo.
Los segmentos de pequeños productores del campo y la ciudad y la construcción merecen atención prioritaria. Los estímulos dinamizan la economía y la inversión hace su parte. ¡Manos a la obra!