La Asamblea reproduce las prácticas políticas de toda la vida. La proclama de un “cambio de época” no es sino un disfraz retórico que, en episodios como el de ayer, expresa tensiones y sesiones agitadas.
Fernando Cordero fue elegido en medio de protestas y reclamos por el procedimiento de la votación. El Presidente legislativo perdió la calma cuando la impotencia frustró la elección del primer vicepresidente de la Asamblea. Días antes César Rodríguez abandonó la bancada de País, él había sido incluso jefe de bloque. La candidatura del disidente, que se había tejido en días pasados, no prosperó. Los bloques de oposición llegaron con la propuesta de Betty Amores, quien se había separado del oficialismo hace algún tiempo.
La propuesta de modificar la votación para convertirla en nominal no tuvo acogida. Fernando Cordero obtuvo 59 votos en una primera votación, que al ser rectificada llegó a los 60 votos; se registraron tres votos en blanco. La protesta arreció pero Cordero juramentó y empezó a dirigir la sesión.
Ni Fernando Cassinelli ni Betty Amores pudieron alcanzar los votos para la primera Vicepresidencia y tampoco fue elegido el segundo vicepresidente.
El primer período de dos años de Fernando Cordero careció de una fiscalización, que se quedó en los vericuetos de la reglamentación impuesta por la mayoría gobiernista. Un parlamento sin fiscalización es insustancial en una democracia, donde los pesos y contrapesos y el control legislativo son esenciales.
Durante la semana volvió la amenaza de la muerte cruzada y desde el Ejecutivo se lanzaron epítetos para el último de los disidentes. Para el Presidente los que no obedecen sus designios son traidores.