Lo que ocurre en la avenida Simón Bolívar de Quito requiere de atención de las autoridades y de la ciudadanía, en general. El número de incidentes de tránsito vehicular en esta arteria son una alerta. Según un informe del ECU911, publicado por EL COMERCIO, del 1 al 12 de mayo de 2014 han ocurrido 258 siniestros vehiculares. Los meses de febrero y marzo hubo 68 incidentes a lo largo de la Simón Bolívar; ambos meses registran las cifras más altas.
Sin embargo, el número solo es un síntoma de lo que ocurre en la avenida. A lo largo de ella han ocurrido tragedias que han involucrado la muerte de menores de edad inocentes, peatones y los propios conductores. Se toman medidas que regularmente son coyunturales y que no curan la enfermedad, que se extiende hasta hoy y que -aparentemente- no tiene cura.
¿Por qué? Nos hace falta entender a todos que circular a exceso de velocidad es el primer factor de riesgo. Los conductores realmente no han tomado consciencia de que ponen en juego la vida de otras personas. La respuesta fácil suele ser: “hace falta control”. Pero, en ese caso, haría falta poner controles de vigilancia en cada kilómetro, las 24 horas, los siete días de la semana, haría falta instalar decenas de radares e incrementar las multas. ¿Vale la pena? ¿Los conductores necesitan un vigilante para controlarse?
A veces es lamentable ver cómo los conductores solo desaceleran para que el radar no registre altas velocidades.
La educación vial es parte de una construcción colectiva de todos los actores involucrados en la movilidad urbana. Las autoridades deben dar respuestas técnicas (no políticas) al problema de la seguridad en las vías, los conductores tienen en sus manos la responsabilidad de respetar las normativas porque en un siniestro puede quitar la vida de un miembro de una familia.