La abrupta quiebra en estos días del turoperador británico Thomas Cook, especializado en los paquetes “todo en uno” y el segundo más fuerte del mundo, así como el cierre de muchos hoteles pequeños en diferentes lugares, nos hace pensar que este sector está en crisis y nos obliga a mirar con atención las ofertas paralelas, en el presente caso, alternativas de hospedaje. Un punto antes de comenzar: el hotel es, ha sido siempre, un aislante, un lugar aséptico que no te reúne con la comunidad a la que llegas, salvo con la gente de servicio. Además, de acuerdo a una serie de mecanismos de publicidad turística, conducen al visitante por lugares y operadores ya establecidos.
Dicho esto (aunque el lector debe tomarlo con tono menos desafiantes), hace al menos 40 años algunos países pobres europeos ofrecían al viajero el famoso “bed and breakfast” (bnb), cama y desayuno. Las familias que te atendían lo hacían con cariño, anfitrionas estupendas del lugar que cobraban modestamente. Más adelante, entre jóvenes viajeros que no podían pagar alojamiento, empezó una especie de estadía que se retribuía ofreciendo tu espacio a cambio, el “couch surfing”. El sofá o sofá cama de la sala recibía al visitante sin costo alguno. Se movía en buena parte por la confianza. Este tipo de recepción -fuera de la hotelería tradicional- que ha tenido un éxito sin precedentes es una plataforma creada desde San Francisco por tres socios. Su práctica se lleva a cabo en 81.000 ciudades y el control lo lleva la plataforma, los usuarios con sus comentarios y los propios dueños con los suyos.
Un mal comportamiento por parte de cualesquiera de las partes podría terminar en la clausura definitiva del piso o casa ofertada y del propio usuario. Iniciose y aún quedan algunas experiencias del tú a tú entre dueño y usuario; cada vez más existen compañías de arriendo que manejan sitios de hospedaje de muchos dueños.
Si bien para quienes viajan esta posibilidad es muy atractiva en términos costos-espacio-uso de facilidades, ha tenido un impacto tremendamente negativo en la misma hotelería, ha acelerado el proceso de gentrificación de barrios históricos (Cuenca- Ecuador, Salamanca o Madrid), ha sido una rémora en la cohesión de comunidades barriales. La relación con los lugareños es cada vez menor. Las autoridades no tienen control sobre ello: sobre los oferentes ni los usuarios, el pago de impuestos, la calidad… Los vecinos se quejan de que este turista no respeta ni el silencio, ni las costumbres de limpieza o seguridad.
En agosto el Ministro de Turismo de Ecuador declaró que lo regularía al controlar a los oferentes, no permitir el arriendo de parte del inmueble, de una habitación o tener dormitorios compartidos, y no a la intermediación. ¿Adiós a ese principio en Ecuador? O, ¿bienvenido a un arriendo corporativo?