Creo que muchas personas tienen como meta la búsqueda del poder; muy pocas personas saben para qué lo quieren. Hago esta reflexión a propósito de la canciller del Ecuador, María Fernanda Espinosa. Ahora que mucho río ha pasado de por medio puedo decir cuánta era la distancia entre ella y el entonces presidente Rafael Correa durante su primer período como Canciller. Entonces éramos amigas y en una rara ocasión reconoció cuán intransigente él era con sus ideas. Apenas unos días antes de que su sucesora, María Isabel Salvador se posesionara, tuve que escuchar del mismo Presidente decir de Espinosa “qué mujer tan difícil”. Lo recuerdo bien, porque me dolió.
Por eso pensaba que esta vez, Espinosa, tendría la única y extraordinaria segunda oportunidad de romper esas cadenas pasadas y hacerlo diferente: al menos tener un toque no-correísta. Sus primeras palabras anunciado “una política de diálogo, hacia afuera y hacia adentro” así lo prometían.
La Canciller tenía dos, tal vez tres oportunidades de oro para hacer la diferencia con gestos pequeños, pero significativos. El primero era llamar a Manuela Picq para disculparse por el tratamiento que sufrió por parte de las autoridades anteriores y darle su visa de estadía permanente como esposa de Carlos Pérez Guartambel.
Lo segundo era la simple y urgente defensa de la soberanía nacional. Julian Assange osó amenazar al presidente Lenin Moreno con lanzar Wikileaks si se iban contra él, pero no hubo comunicado oficial poniéndole en su sitio. No está demás recordar que la causa por la que Suecia pedía su extradición es abuso sexual, no libre expresión. Y usando el argumento de libertad de expresión, el Ecuador queda pésimo cuando tienen a Fernando Villavicencio, él sí periodista, pidiendo asilo por la persecución política desatada en su contra por denunciar la corrupción. La Canciller haría muy bien en enviar una nota verbal a su colega peruano expresando su OK con el asilo de Villavicencio, si es que habría coherencia.
Dejo para el último el shock de la nueva prioridad del Ecuador en política exterior: una propuesta al Secretario General de la ONU para una agenda de cooperación de lucha contra la corrupción, donde se reconoce el carácter global del problema y –palabras suyas- el reconocimiento de que “el Ecuador tiene una serie de buenas prácticas que se han venido desarrollando estos últimos años”. Todo esto en la era del huracán de corrupción Odebrecht que recorre América Latina, donde ha sido conocido y reconocido que Ecuador y Venezuela han sido los peores en tratarla. el cinismo es una mala estrategia de política exterior.
La misma teoría se aplica a las nominaciones que ha estado haciendo el Ecuador a organismos internacionales: como la de Alexis Mera al Centro de Estudios de Justicia de las Américas.