Los siguientes 26 días van a ser una tragicomedia extendida para el país. Tragedia en el sentido implícito de la palabra, de narrativa asociada a lo funesto, una vez que sepamos a qué nos atendremos como sociedad cuando partidos y movimientos elijan a sus candidatos. Y tiempo de comedia, también, porque seremos testigos todos de la desenfadada carrera de algunos especímenes políticos para adornar sus hojas de vida con el título de precandidato presidencial.
Desde hoy, hasta el próximo 30 de agosto, las organizaciones políticas deberán definir a sus candidatos. Y hasta el momento, como lo señaló este Diario el pasado sábado, hay 25 precandidatos presidenciales. Por otra parte, la mayoría de movimientos y partidos políticos consultados aseguraron que sus elecciones primarias serán representativas, es decir, no organizarán grandes concentraciones por el tema de la pandemia y el distanciamiento social, sino que los directores provinciales de esas estructuras políticas serán quienes elijan a los candidatos en asambleas convocadas para el caso.
Consultada por este Diario, la decana de Ciencias Políticas de la UDLA, Ruth Hidalgo, matizaba su percepción de que unas primarias representativas pudiesen amainar los niveles de democracia interna de los partidos. Ella cree que es un instrumento válido, que evita que los burós de los partidos, es decir los grupos de los patriarcas de esas organizaciones, sean los que pongan a dedo a los candidatos, como un terrible sino de la política ecuatoriana.
Más bien, lo que se verá es el apogeo de los partidos taxi. Esos partidos que tienen reconocimiento oficial, pero no tienen un líder que pueda terciar y que puede servir de vehículo hacia el poder. Pasó con el Partido Socialista, en el 2006, que permitió la candidatura de Rafael Correa. Y así como ese hay otros más en la historia política del país.
¡Oh, hado portentoso, que nos deparas una bruma al amanecer democrático! Que no sea ni tan comedia… ni tan tragedia.