Se vienen las elecciones del 2021. El Consejo Nacional Electoral (CNE) tiene un cronograma preliminar para cada uno de los pasos que deben preceder a las votaciones. Pero el proceso sigue así: preliminar. No hay nada aprobado, y no solo es el calendario, sino el presupuesto y los 49 reglamentos, como publicó ayer este Diario, que permitan viabilizar las reformas al Código de la Democracia.
Ha llegado un momento en el CNE en el que se ha hecho visible que su diseño orgánico fue totalmente antitécnico. La creación de un órgano colegiado de cinco vocales iba a traer estas consecuencias: la supremacía de una mayoría de tres o un momento de ruptura orgánica cuando esa mayoría se desvanezca, como ocurre ahora que el tercer integrante de la mayoría deje de votar con el resto. En esa situación está el CNE. La mayoría no funciona, precisamente cuando todo se ajusta en esta cuenta regresiva llamada año electoral. Es decir, es un momento crítico en el que hay una moratoria de resoluciones del Pleno.
El consejero Luis Verdesoto, quien está en la minoría, tiene dos propuestas: la renuncia de todos los consejeros, para que el CNE se reconforme, o que haya una instancia de mediación que permita llegar a acuerdos. Las dos serán prácticamente ignoradas a decir del resultado del resto de sus iniciativas. Sin embargo, muestra un poco ese ambiente de inacción que se vive en la máxima institución electoral.
Las fuerzas dentro del CNE están así: la minoría la componen Luis Verdesoto (Junta Cívica de Guayaquil) y el vicepresidente, Enrique Pita (Creo). La mayoría la componen la presidenta Diana Atamaint (Conaie), José Cabrera (PSC) y Diana Acero (AP). Esta última consejera ha dejado de votar últimamente con este grupo.
Ante este camino sin salida, una solución sería pensar en que el Pleno del CNE esté compuesto por siete consejeros, con lo que habría menos posibilidades de que se repita este nudo gordiano de la política criolla.