Antes que nada, quiero aclarar que la palabra ‘gordo’ sí existe. Según la Real Academia Española significa “muy abultado y corpulento”, y en Ecuador y más países del mundo se la utiliza para describir a una persona con exceso de peso.
Si la utilizamos apropiadamente no hay razón para temerle. Es más, aunque una de las tendencias que se impone en redes sociales sea: ‘Acepta tu cuerpo tal y como es’, definitivamente resulta vital reconocer cuándo hay un exceso de peso para evitar enfermedades: físicas y mentales.
Sí, el sobrepeso y la obesidad, además de aumentar el riesgo de padecer de diabetes, males cardíacos e hipertensión, merman la autoestima y crean inseguridades.
Pablo -un buen amigo mío- sabe bien de lo que hablo y coincide conmigo. Padeció aquello en carne propia. “Fui gordito durante toda la universidad. Me ocultada debajo de mi ropa. No tenía vitalidad”.
Alcanzó las 240 libras gracias a la ingesta de alimentos ultraprocesados, altos en carbohidratos y grasas saturadas; al consumo de tabaco y de alcohol. Aunque sea mostraba feliz en reuniones con amigos y en su trabajo, en el fondo la pasaba mal.
Así que luego fracasar en la compra de un par de prendas de vestir finalmente se decidió a bajar de peso. El cambio empezó en el 2013 y desde ese entonces no ha parado. Asiste al gimnasio todos los días y ahora su plan de alimentación es, sobre todo, rico en proteínas y grasas de calidad.
Obviamente también come carbohidratos –pero en porciones controladas- y una que otra golosina de vez en cuando. ¿Y el alcohol? En su calendario existen fechas especiales que ameritan un brindis con un poco de vino, ron y más. Entendió que la clave para llevar un estilo de vida saludable consiste en mantener el equilibrio y en ser constante, porque, así como hay días que en los que nos levantamos de la cama apenas suena la alarma, también hay otros en los que nos cuesta quitarnos las sábanas. A todos nos pasa y es absolutamente normal.
Por la falta de ese equilibrio -precisamente- las dietas estrictas fracasan: “visité a varios nutricionistas que solo me mataban de hambre. Yo estaba acostumbrado a ingerir grandes cantidades de comida. Ellos me permitían tan solo un 10%”.
Inconforme, se apoyó en varios nutricionistas deportivos. Ellos diseñaron el plan de alimentación con el que finalmente logró los resultados deseados. Hoy pesa 220 libras, pero de puro músculo. La diferencia es evidente en las fotos.
Además de conseguir una figura envidiable, Pablo, ahora de 34 años, elevó su autoestima. Gracias a su dedicación dejó de esconder su cuerpo. Y lo mejor todo, hoy es fuente de inspiración. Aclara que el objetivo inicial fue solo bajar de peso, su físico actual es el resultado del apoyo de las personas con las que se encontró en los diferentes centros de acondicionamiento.
Pablo inició con su transformación en el 2013. Entrena todos los días. Su nutriente preferido es la proteína. Foto: Cortesía.
Amigos, les comparto esta historia para que comprueben que el querer es poder y para resaltar que nada sucede por arte de magia. Los cambios radicales tampoco se dan de la noche a la mañana; esos requieren de mucho esfuerzo y dedicación.
Además, es importante apuntar que es totalmente válido caerse y levantarse las veces que sean necesarias. En su intento por bajar de peso, Pablo llegó a entrenar hasta tres horas al día. “Llegué a las 176 libras. Parecía una calavera”.
También escribo para resaltar la importancia de contar con la guía de expertos. Luego de tratar con varios de ellos estoy convencida de que el mejor profesional es aquel que diseña un plan de alimentación en función de nuestros gustos, necesidades y objetivos. Descartemos a los que prohíben la ingesta de uno u otro producto solo porque a ellos se les apetece.
Finalmente, saquemos de nuestra cabeza también la palabra dieta. Me imagino que muchos ya diseñaron una específica para llegar figuritas a las fiestas de fin de año, donde con seguridad se desmandarán, para en enero arremeter contra la integridad de su cuerpo con dosis elevadas de ejercicio. Vivamos las fiestas en paz, disfrutando de cada bocado, pero con la debida mesura.