El arresto en Haití, el martes 10 de noviembre, de dos miembros de la familia presidencial de Venezuela por presunto tráfico de drogas, agita el avispero en la República Bolivariana y fuera de ella.
La detención de Efraín Antonio Campo Flores y Francisco Flores de Freitas, de 29 y 30 años, quienes fueron acusados de delitos de narcotráfico por un gran jurado de Nueva York, se vuelve una pesada losa para el régimen del presidente Nicolás Maduro.
El nuevo escándalo estalla a pocas semanas de las cruciales elecciones legislativas del 6 de diciembre, en las cuales –si el proceso es limpio, algo que resulta complejo garantizar porque el juez electoral es prooficialista- el chavismo puede encajar un revés severo.
Pero las aprehensiones del ahijado y sobrino de Nicolás Maduro y de la primera dama venezolana, Cilia Flores, provocan un efecto aún mayor. En forma paralela, plantean de nuevo una pregunta incómoda para cualquier nación del mundo: ¿Es el país gobernado desde 1999 por el chavismo un ‘narcoestado’?
No obstante, una interrogante así sintetiza bien la podredumbre de la ‘revolución bolivariana’, un sistema fallido que entró en una fase terminal y sobre el cual pende la sospecha de que pudiera ser la fachada que usan clanes criminales. Con las detenciones se está escribiendo el tristísimo epílogo de un modelo político que deja en soletas a uno de los países más ricos de Sudamérica y dueño de las mayores reservas mundiales de petróleo. De una manera penosa, además, se hace trizas la ficción de una ‘revolución’ de la cual se lucraron muchos personajes, que en algún momento debieran rendir cuentas.
Como era de esperarse, el régimen chavista ha dicho que las detenciones de los dos integrantes de la familia presidencial hacen parte de una conjura internacional contra Venezuela. Pero por fuera del cada vez más reducido círculo del bolivarianismo, parece claro que cada vez hay menos personas que creen esa versión. Una explicación hueca, que se asemeja a otras que ha dado el oficialismo, como aquella que habla de una ‘guerra económica’, para justificar el ya crónico desabastecimiento de productos de primera necesidad, y de papel higiénico.
Lo cierto es que en Estados Unidos, existe una creciente convicción de que Venezuela se ha convertido en un ‘narcoestado’, según publica en estos días el diario El Mundo de España. Una tesis con la cual coincide el político y exdiplomático venezolano Diego Arria. El exrepresentante de Caracas ante la ONU y ex Presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas afirma que siente “vergüenza al ver como las pandillas que gobiernan han convertido a Venezuela en un ‘narcoestado’”.
Video: Youtube / Canal: Diego Arria
Tanto o más contundente en sus señalamientos contra el régimen chavista se muestra el periodista español Emili Blanco, corresponsal en Washington del diario ABC de Madrid. En el revelador libro ‘Bumerán Chávez’, que salió este año a las estanterías, abunda en detalles para apuntalar la tesis de que Venezuela es un ‘narcoestado’. Entre otros aspectos, recoge los testimonios que diera a las autoridades estadounidenses el militar venezolano Leamsy Salazar, exjefe de seguridad de Hugo Chávez y desertor de las huestes del chavismo. Por ejemplo, se detalla los pormenores de un encuentro del Comandante bolivariano con los cabecillas de la guerrilla colombiana de las FARC, que derivó en una decisión sorprendente: la República Bolivariana acordó comprar toda la cocaína que el grupo sedicioso traficaba.
¿Qué más elementos existen en concreto para etiquetar a la Patria del Libertador Simón Bolívar como un ‘narcoestado’? En particular, las declaraciones de autoridades de EE.UU. que enfatizan que más de la mitad de la cocaína que se produce en territorio colombiano pasa por Venezuela, para luego ser destinada a Estados Unidos, el principal mercado mundial de sustancias ilícitas, y a Europa. También manejan las tesis de que altos responsables del Régimen de Caracas y de las FF.AA. están involucrados en el lavado de dinero relacionado al narcotráfico, según ha publicado el diario The Wall Street Journal.
Entre las figuras investigadas destacaba el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, en teoría el número dos del oficialismo venezolano. Este incluso ha sido señalado por el propio Salazar como el líder del denominado ‘Cartel de los soles’, que también conformarían militares.
Las detenciones de Campo Flores y de Flores de Freitas alimentan aún más las versiones de que el régimen venezolano está involucrado en el clan cocainero. Aparte del sobrino de la Primera Dama y el hijastro de Maduro, según una serie de denuncias, un hijo de Chávez y un vástago del actual Presidente tendrían participación en las actividades ilegales.
Las pesquisas que adelanta la Justicia estadounidense seguramente darán respuestas más contundentes a la pregunta que cobra más fuerza. Con certeza, las declaraciones de Campo Flores y de Flores de Freitas ayudarán a armar el rompecabezas del papel del chavismo en el narcotráfico.