Dos jóvenes toman una brocha para pintar una pared que está en el interior del parque ubicado en Alangasí, junto a la plaza gastronómica de El Tingo. Mientras que, otras dos personas se unen a la labor. Con escoba en mano y una espátula barren el lugar y quitan la hierba mala. Aunque cualquiera pensaría que se trata de una minga, esto es parte del trabajo comunitario que deben realizar por incumplir la normativa metropolitana.
Jaime Villacreses, supervisor de la Agencia Metropolitana de Control (AMC), señaló que el Código Municipal establece en el Distrito Metropolitano que quien se ubique, transite o efectúe actividades de cualquier tipo usarán debidamente la mascarilla que proteja su nariz y boca de la exposición al ambiente. Esta norma aplica, además, para todas las personas que realicen actividades al aire libre.
Entre las infracciones que rige es que los propietarios de los establecimientos no doten de mascarillas a sus empleados, no controlen la temperatura. En este caso deberán cancelar la multa de dos salarios básicos unificados, que equivale a USD 850 y si reincide serán cuatro remuneraciones de este tipo, es decir USD 1 700.
Este es el caso de Susana Panimbosa, estaba culminando su jornada laboral en su pizzería ubicada en el sector de El Pintado, sur de Quito. En un descuido se quitó la mascarilla y en ese momento fue sorprendida por un operativo de control que realizaba el personal de la AMC. Fue notificada por incumplir las normas de bioseguridad en su establecimiento, su sanción fue de USD 800. Sin embargo, se acogió al trabajo comunitario.
Comenta que al inicio fue duro, porque no conocía a nadie. En su cuadrilla también hay otras diez personas sancionadas. Después de un mes de trabajo comunitario, comenta que ya está experta en jardinería. Su jornada se inicia a las 08:00 y culmina a las 13:00 de martes a viernes. En ese tiempo se encarga de arreglar las plantas de los parques, sembrar árboles, recolectar basura y escombros de diferentes puntos de la ciudad.
En total tiene que completar 400 horas de trabajo.
Paola Borja también incumplió las normas de bioseguridad en su restaurante. Dice que prefiere no pensar en cuántas horas le faltan para finalizar, al contrario, ha optado por mantener una actitud positiva y poner todas sus ganas y fuerzas para cambiar la imagen de lugares que están abandonados y descuidados.
Libar en la vía pública fue otra de las sanciones que se registró en Quito. Según la AMC, 850 personas fueron sancionadas por incumplir esta medida y solo 131 se acogieron al trabajo comunitario.
Diego Cárdenas no recuerda la fecha exacta, pero sí tiene grabada en su memoria la noche que, por beber alcohol con sus amigos en la calle, su vida cambió. Tuvo que acogerse al trabajo comunitario para saldar la multa.
Según la Ordenanza Metropolitana 151, quienes ingieren bebidas alcohólicas en el espacio público en Quito son sancionados con una multa equivalente al 50% de la remuneración básica y si hay reincidencia, esta se duplica. Es decir que, quienes ingieren bebidas alcohólicas en la calle por primera vez deberán pagar USD 200 y en una segunda ocasión, la multa ascenderá a USD 400.
Villacreses indicó que los ciudadanos sancionados, en su mayoría, no cuentan con los recursos para cubrir la multa. Así que se inclinan por la opción de unirse a mingas, actividades de reforestación, control y limpieza de quebradas, mejoramiento de la ciudad, arreglos y pintura de zonas urbanas.
El trabajo comunitario consiste en cambiar labores por el monto de la multa. Cada USD 10 equivalen a una hora de trabajo comunitario; es decir, en el caso de Diego por los USD 200 de multa tuvo que realizar 20 horas.
Para Cárdenas, hacer estos trabajos es una experiencia que no solo le cambió la vida, también le sirvió para comprender las arduas tareas que ejecutan las personas que se encargan de la limpieza
de la ciudad.
“En Turubamba, aparte de la maleza había todo tipo de basura, no solo me impactaron esas imágenes, sino que comprendí que las personas que limpian se exponen a todo este tipo de basura y peligros. Me molesté mucho porque deberíamos cuidar la ciudad y ser más considerados”, expresó.
Para Fernanda Gutiérrez, psicoterapeuta humanista, la focalización del trabajo comunitario, el objetivo, precisamente tiene que ver con crear empatía frente a los grupos vulnerables. Comenta que estas actividades ayudan a la ciudadanía, no solo a tomar conciencia, si no a que la persona realice un análisis de su comportamiento frente a la vida.
“Tiene que ver más con la toma de conciencia, de cómo influyo yo en el ambiente y no solo cómo el ambiente influye en mí, sino qué puedo aportar o en qué manera también puedo perjudicar al medio que me rodea”, explicó.
Johansson Ladino es otro de los infractores que a diario participan de estas tareas. En su caso, disfruta compartir con otras personas y contribuir en estas actividades para arreglar la ciudad. Él comenta que aprendió su lección, ahora será más responsable para cumplir con las normativas.
La especialista menciona que el ser humano está acostumbrado a que debe recibir algún tipo de sanción frente a su conducta para mejorar. Cree que sería importante que después de cumplir el trabajo social exista un seguimiento individual. Solo así se podría determinar si esta actividad generó un cambio en la persona o solo fue un cumplimiento a una disposición por saldar una multa.