El compartir las destrezas manuales y los conocimientos desarrollados a lo largo de los años aliviana los pesares y se convierte en una terapia de doble vía.
Olga Murillo acude a Lloa. Allí, cuatro mujeres esperan a esta maestra para elaborar un duende. Ella es parte de los cerca de 1 300 talleristas comunitarios que visitan distintos puntos de Quito para impartir sus conocimientos.
Las 49 Casas Somos son las aulas. Olga da clases, a más de en esta parroquia, en Atahualpa, Chiriyacu y La Magdalena. Lleva siete de sus 61 años como tallerista. No tener un sueldo no es impedimento para compartir las enseñanzas.
Sin embargo, la contribución voluntaria de USD 1 por participante y clase es un aliciente para esta mujer, que es jefa de hogar.
Olga llega a Lloa desde la ciudadela Atahualpa. Y no solo lo hace cargada de pautas para elaborar algún adorno, sino de una motivación. Quiere que las mujeres desarrollen sus habilidades, que recuerden que son valiosas, que emprendan y, de ser el caso, rompan el círculo de la violencia.
La mujer de voz suave visita las Casas Somos una vez por semana. En Lloa, el párroco es uno de los alumnos. Además, con sus cursos virtuales ha logrado tener incluso participantes de otras ciudades.
En Quito, alrededor del 62% de talleristas son mujeres. Es decir, 800. Lo propio ocurre con los participantes. Cerca del 64%, de 300 000, son mujeres. Verónica Suárez, coordinadora de Casas Somos, comenta que actualmente se ofertan 1 884 cursos en la modalidad comunitaria.
Para ser tallerista se debe presentar una propuesta en una de las Casa Somos o en las nueve Administraciones Zonales. Y al finalizar cada capacitación se hace una evaluación a los maestros.
Sandra Montaño y Susana Velasco, de 53 y 54 años, llegan también a Lloa cada semana. Ellas aprenden a hacer manualidades y enseñan las técnicas que dominan. Susana confecciona babuchas y cojines. Sandra combina los trabajos manuales con las dinámicas que comparte con niños de la parroquia, de 5 a 12 años. Juntos arman rompecabezas y ponen en práctica juegos tradicionales, como la rayuela.
Al igual que Olga, las dos mujeres intentan dar una mano, compartir y motivar. Sandra va 10 años como tallerista y Susana, nueve. En Lloa son ocho profesoras en 45 talleres. Ellas acuden además a otras Casas Somos y elaboran artículos por su cuenta, para tener una fuente extra de ingresos.
Blanca Chiguano es una de las alumnas de Susana. Ella tiene 61 años y está aprendiendo a confeccionar babuchas y cojines. Armando González, de 60 años, está convencido de que nunca es tarde para aprender. Entonar la guitarra era una tarea pendiente y ahora, a bordo de una unidad ‘jubilada’ del Sistema Trolebús, la está completando. Allí funciona la Casa Somos La Magdalena.
El hombre de barba descubrió esta clase en su trayecto hacia una rehabilitación física. Este taller es impartido por Patricio Ayala, cantante de toda la vida y guitarrista. Patricio, de 60 años, está enamorado de la música desde la infancia. Mientras recuerda su trayectoria, él comparte -con seis alumnos- que a la hora de cantar la respiración es lo más importante.
Sobre la guitarra, en cambio, remarca la necesidad de soltar los dedos y ensayar a diario. Cada estudiante debe contar con un instrumento en casa para este cometido. A Armando este le llegó de manos de su hijo político.
Entre los alumnos de Patricio están también Marcelo Ibarra, “futuro jubilado”, y su esposa, Sandra López. Ya vieron crecer a sus dos hijos y, ahora, reviven la época del noviazgo, por lo que aprenden lo que por años dejaron a un lado.
En el mismo camino está Patricio Parra, jubilado e ingeniero civil de profesión. Tocar la guitarra siempre fue su sueño. Lo está cumpliendo, aplicándose en las taras que encomienda su instructor. Lo propio hace en los tiempos libres Heyddy Tacuri, de 19 años y estudiante de Educación Inicial.
En los talleres no hay límite de edad. Según la oferta, hay participantes desde los 4 años. Los diferentes cursos se imparten de lunes a viernes, de 08:30 a 16:30.
Los talleristas hacen un llamado a las personas para asistir a estos cursos y así crecer en comunidad y desarrollar herramientas que permiten iniciar un emprendimiento y generar recursos extras.