Con la Misa Crismal, celebrada ayer a las 08:30 en la Catedral de Quito, en el Centro Histórico, los fieles católicos empezaron el peregrinaje por las siete iglesias, tradicional recorrido del Jueves Santo.
Aunque la tradición es visitar los templos en la noche, devotos como Rosa Uribe prefirieron hacerlo a tempranas horas para evitar las aglomeraciones.
La lluvia y la neblina que caía sobre la capital no frenaron a los fieles, quienes desde las 07:30 ya copaban la Catedral, que tiene una capacidad para 2 000 personas.
Las confesiones no pararon durante la hora y media que duró la eucaristía. Por la demanda de feligreses, los confesionarios no abastecieron. Sacerdotes como Monseñor Héctor Soria se ubicaron en las esquinas del templo para confesar a los devotos.
Uribe asiste todos los años a la Misa Crismal. “Desde que era niña”. Lo hace sola porque para ella es un momento de fe y reflexión.
Mónica Benítez llevaba entre sus brazos la imagen del Niño Jesús, su intención era que lo bendijera Monseñor Fausto Trávez, quien presidió la eucaristía.
Acompañada de sus hermanas y sobrinas, comentó que la visita a las siete iglesias es una costumbre muy arraigada de su familia, que viene desde sus abuelos.
Ayer fue el Día del Sacerdocio. Por ello, en la misa los religiosos presentes renovaron su compromiso sacerdotal. Otro de los momentos emotivos fue la bendición de los santos óleos.
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Todos los fieles se mantuvieron de pie y en silencio cuando Monseñor Trávez consagró los tres óleos: para los enfermos, para los catecúmenos y para el Santo Crisma, que es el aceite con el que se unge a los nuevos sacerdotes.
Estos óleos luego son distribuidos a las parroquias.
Al finalizar la misa, los devotos continuaron con la visita a las iglesias del Centro, que ayer abrieron sus puertas desde la mañana para exhibir sus altares.
En la Capilla de Cantuña, Patricio Yanza y su hijo Jhonatan, limpiaban la plata ennegrecida de las aureolas de las imágenes de Jesús y María, que permanecían en el altar. También los bordes de los cuadros y todo lo que tenía plata.
“Por la Semana Mayor hay que darles realce a las imágenes para que los feligreses las visiten”, comentó Patricio.
Él tiene 22 años de experiencia como orfebre y restauró los objetos de plata de la capilla, por eso conoce la técnica de la limpieza.
En el mismo templo, arrodillada en una de las bancas, María Arévalo rezaba junto a su esposo Milton Llerena y su hija Enma.
Esta era la segunda iglesia que visitaban, la próxima sería la de San Diego. “Es la primera vez que recorremos los templos en Jueves Santo, nos sirve para unirnos como familia”.
En la puerta de la iglesia de San Francisco el tránsito de personas era intenso, al mediodía.
El altar estuvo adornado con flores amarillas y blancas. Grupos de fieles rezaban el Vía Crucis.
Nancy Huilca ingresó con su madre Rosa Curillo, era la tercera parada en su recorrido por los templos. En sus manos tenía rosas rosadas. Dejaba una en cada templo que visitaba. Para ella, es una tradición religiosa que la ayuda a prepararse espiritualmente para participar de la procesión de Jesús del Gran Poder, que se realizará hoy en el Centro Histórico.
En la calle Chile, el movimiento de fieles también fue intenso.
Allí, el altar de la iglesia de San Agustín no estuvo adornado. Estaba oscuro, sobre la mesa había dos mantos, un morado y otro blanco. Solo el Cristo Crucificado estaba iluminado.
Frente al altar del Señor de la Buena Esperanza, Patricia Cóndor permanecía de rodillas.
Ella, desde la escuela asiste a la procesión de Jesús de Gran Poder. Ayer, sus oraciones eran para pedir fuerzas y protección para la caminata de hoy.