En la plaza de Zunil, del Departamento de Quetzaltenango, una camioneta (bus) espera pasajeros. La mayorÃa de habitantes es indÃgena y habla español y k’che’ (quiché). Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Viajar por Guatemala es como viajar en el tiempo. Los buses de transporte público tienen entre 40 y 50 años de antigüedad.
La mayorÃa de ellos, cuenta Juan Sánchez (propietario de uno), fueron llevados a ese paÃs desde Estados Unidos, en donde cumplieron su vida útil como buses escolares.
En Guatemala los arreglan, les colocan luces,bocinas, espejos, retrovisores y los pintan para que queden atractivos. En cada uno se invierten unos 24 000 quetzales, que equivalen a USD 3 200, pero todo depende de la complejidad del diseño. Además, a muchos se les debe reparar los motores.
Estos buses, también llamados camionetas, son uno de los atractivos turÃsticos del paÃs, porque aunque existen autobuses más modernos, estos ‘clásicos’ son los que más llaman la atención. Entre más adornos tengan, mejor.
Puede costar hasta USD 8 viajar, incómodos pero con estilo, a uno de los varios destinos de ese paÃs.
Por la cumbre de Chwipata, que está a una altura de 3015 msnm, pasa la carretera hacia Quetzaltenango. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
En una estación de la vÃa Interamericana, los buses reciben mantenimiento. Los ayudantes de los conductores se encargan de limpiarlos. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Las unidades están decoradas con decenas de adornos. Entre más, mejor. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
En la plaza de Santa Cruz de Balanyá, los buses esperan su turno para salir. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO