Las puertas ganan protagonismo a los demás muebles en el taller Arteaga de los Montero. Marcos, esqueletos, puertas sin pintar, paradas o recostadas se observan en esta carpintería de Coca, en Orellana.
Hólger Montero Borja es su propietario. Cinco personas están a su cargo y son quienes transforman el húmedo tablón en la elegante puerta.
Montero llegó de Echeandía, provincia de Bolívar, en 2001. Vino en busca de trabajo y, primero, se aventuró en una compañía que abría caminos.
Luego de permanecer seis meses haciendo trochas en las vías, Montero fue hasta Shushufindi a trabajar en una empresa de palma africana. Estuvo tres meses y después regresó al Coca a buscar suerte en una carpintería. “Yo trabajaba en el campo, en Echeandía y no sabía nada de muebles ni de martillos”.
Al principio la lija y la canteadora fueron sus herramientas. Ingresó como aprendiz, pero cuatro 4 fueron suficientes para que su memoria guarde los secretos de la ebanistería.
Como no contaba con un capital para levantar su propio taller, Montero alquilaba la maquinaria a un amigo para hacer muebles, especialmente puertas. Un préstamo fue el incentivo para decirle chao al alquiler y cumplir sus sueños de poseer un taller en el cual todo fuera suyo.
Ahora su conocimiento lo comparte con sus cinco ayudantes. Cada uno tiene su espacio para dar forma a la puerta. Uno de ellos es Wellington Mantilla, quien corta, cepilla y empata las partes de la obra. También está su compañero Óscar Mendoza, que pule y quita las asperezas de la puerta para su etapa final.
Montero se encarga de dar el acabado. De arriba a abajo y de izquierda a derecha, el bolivarense cubre con la laca la puerta. El fondo o color se da antes del lacado. Este artesano explica que en Coca las obras “en madera son más solicitadas” que el MDF. Este último material, explica Montero, tiende a ‘esponjarse’ por la humedad.
La técnica en este taller radica en la elaboración de la puerta en ensamble. Desde el marco hasta el esqueleto y el panel se hacen de esa forma. Por ello, la madera debe estar totalmente seca, si no tiende a resquebrajarse.
Para lograr que las maderas no tengan más del 10% de humedad, estas se guardan por un tiempo prolongado, hasta que el ‘maestro’ Montero, después de una sesuda inspección, constate si ya están listas para usarse.
Pero el trabajo de Montero no se limita a las puertas. En el taller Arteaga de los Montero también se hacen muebles de cocina, comedores, clósets, incluso, casas con madera de la zona.
Los precios de cada obra van en concordancia con el tipo de diseño, las maderas empleadas, el tipo de acabado que dará.
Por esa razón, explica Montero, una puerta tiene un costo que va desde los USD 100, de las más sencillas, hasta 300, que es el valor de las puertas con diseños más complejos, como las tamboradas. Las ventanas, en cambio, tienen valores que varían entre USD 50 y 250.
Detalles de fabricació
Primero se corta e iguala con la sierra el pedazo de madera. Luego se lija y se hacen los ensambles.
Luego se pule y empora con un sellador. Se masillan las partes con fallas y, nuevamente, se lija para limar asperezas. El acabado se lo da con laca.
El chuncho y canelo son las dos materias primas que usa este artesano. Montero dice que el primer tipo de madera ya no llega mucho a su taller