Las construcciones están ubicadas en un sitio estratégico, a un costado de la vía Achilube-Camarones. Todas tienen vista directa al mar. Fotos: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Cuatro paraderos turísticos edificados en la parroquia Camarones del cantón Esmeraldas evocan a las antiguas construcciones ancestrales, elaboradas con ramas de mangle y caña guadúa.
Toda la decoración y estantería está hecha con madera y caña, con el propósito de ofrecer un ambiente acogedor a los turistas que vienen de Colombia y de la Sierra, por la vía Ibarra-San Lorenzo-Esmeraldas.
Las construcciones están ubicadas en un sitio estratégico, a un costado de la vía Achilube-Camarones, donde se divisa la punta de Balao (área petrolera), en Esmeraldas, y la bocana de Rioverde, en el borde costero.
Los emprendedores rescatan prácticas hereditarias mediante el uso de técnicas en las estructuras de los bohíos, levantadas con troncos de madera, que son revestidos con ramas de mangle muy finas.
Los restos de la madera aserrada se utilizan para elaborar mobiliario como mesas, bancos, sillas, lámparas.
Alas ramas se les retira la corteza con machetes afilados y luego se las pule, para posteriormente barnizarlas y dar una mejor imagen cuando se colocan en la parte externa de las construcciones, unas con techos de paja y otras con zinc.
Unas de las características de las edificaciones, de 7 x 6 metros, es que son abiertas para lograr una buena ventilación, aprovechando la cercanía del mar. También hay espacios para el descanso en las tradicionales hamacas.
Janio Granados, arquitecto diseñador, explica que en estas edificaciones los carpinteros utilizan diseños ancestrales y ligeros toques de modernidad en temas de estructura, para que las construcciones sean más resistentes.
Sin embargo, explica que a lo largo de la costa norte de Esmeraldas los propios habitantes mantienen el estilo de sus construcciones antiguas, para dar mayor realce y atrapar la atención de los turistas, que muchas veces huyen de las construcciones de cemento.
Esta zona de Esmeraldas cuenta con diferentes plantaciones de madera y el estuario del río Camarones, donde está el manglar, que en invierno arroja decenas de ramas de mangle y restos de árboles que son reutilizados en las construcciones de las casas.
Los visitantes descansan sobre las hamacas, bajo una estructura elaborada con madera y caña del lugar.
Los habitantes afros y montuvios de Camarones aprovechan restos de madera aserrada para elaborar bancos y mesas de aspecto rudimentario en sus bordes, pero bien pulidos en las superficies.
El uso del machete para dar forma a las piezas que se utilizarán también es parte de esa cultura hereditaria de los camaronenses, que aplican su experiencia en la construcción de los paraderos manteniendo sus tradiciones.
Luis Quintero, carpintero ancestral, explica que existe una corriente de antiguos constructores de casas de madera, expertos en el mantenimiento de esas antiguas obras, que dan identidad y vuelven único al pueblo afro.
El cerramiento del área se ha construido con caña guadúa, que sirve como cerco para limitar el acceso de los turistas, desde donde se observa la playa de Camarones y la actividad pesquera artesanal.
Los guías originarios de Camarones explican a los comensales la importancia de sus playas, ya que los artesanos del mar se dedican a la captura de langostas en esta zona pedregosa, sitio propicio para la reproducción de esas especies.
El cerramiento que da hacia la parte final del borde costero se cierra con caña guagua un tanto rústica.
Ahí también los habitantes muestran las ostras que se obtienen cuando baja la marea y el uso decorativo que dan a las conchas mediante un trabajo artesanal realizado por los propios habitantes de la zona.
De acuerdo con los guías ancestrales, la obtención de coral para la elaboración de artesanías también ha servido para fomentar actividades de producción artesanal con la elaboración de collares.
Uno de los propósitos de estas construcciones es recrear un ambiente campestre junto a la costa para degustar de la gastronomía y la buena vista que se divisa desde ese sitio, visitado por decenas de turistas.
El concepto de los diseñadores es mantener el uso de las edificaciones con características del campo que permita relajarse mientras se disfruta de la brisa marina que sopla durante todo el día.
Luis Mina, habitante de esa zona, señala que esta iniciativa ha permitido mostrar a Esmeraldas con su cultura, no solo de marimba sino de construcciones con detalles de sus antiguos habitantes del campo y el borde costero. Algo que encanta a los visitantes nacionales y extranjeros.