En su extraordinario ensayo sobre Tiberio, Gregorio Marañón nos presenta con todo detalle los peligros que acechan y los errores e injusticias en que pueden incurrir un gobierno o una persona guiados por el resentimiento. El resentimiento es mal consejero y, como tal, suele presentarnos como bueno lo malo, o como acto de justicia la condenable venganza. Con todo el vigor de sus conocimientos científicos y la claridad de su clásica pluma, Marañón analiza el gobierno del emperador Tiberio, marcado por el resentimiento y el deseo de “triunfar para desquitarse”.
Marañón considera que el rencor de Tiberio “nace por los conflictos con sus padres y por las dificultades de su niñez que le produjeron un complejo de inferioridad” que, transformado en resentimiento, le llevó a ejercer el poder con el deseo genérico de vengarse de enemigos reales e imaginarios, a quienes ofendía sistemáticamente con burlas y sarcasmos.
Nietzsche descalifica al hombre resentido: “no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto, ni derecho consigo mismo”. Scheler completa el diagnóstico al decir que el resentimiento es “una autointoxicación psíquica que suscita emociones e impulsos de venganza, odio, maldad, envidia” volviendo infeliz al resentido.
Lamentablemente, no hay remedio verdadero para tan grave mal pues para ello se necesitarían grandes dosis de generosidad, don del alma con el que se nace y del que carece el resentido quien, por el contrario, se considera víctima de injusticias de las que culpa al destino y a la sociedad, concluye Marañón. Por ello, si un resentido llega a ostentar el poder, crece su rencor pues sobrevalora sus méritos y repudia a la sociedad que no los reconoció a tiempo. El triunfo, en lugar de curarlo, agrava sus problemas. Los aspavientos con que pretende compensar su complejo de víctima comprueban su debilidad e inseguridad.
Algunos críticos señalan que el marxismo esconde en sus entrañas una actitud de resentimiento y venganza contra la burguesía y el capitalismo, a los que atribuye toda la responsabilidad por los males sociales. Por eso, su filosofía política no se orienta tanto a reivindicar a las clases proletarias cuanto a ejercer retaliación contra sus presuntos opresores. El resentimiento en la política, lamentablemente, ha llenado muchas páginas violentas de la historia de la humanidad. No pocos resentidos se han ocultado bajo la careta de redentores.
En momentos en que el Ecuador está empeñosamente tratando de superar las lacras dejadas por diez años de un gobierno de resentidos, es bueno meditar sobre los únicos sólidos fundamentos de la justicia, que no pueden ser otros que la ley y la ética. La justicia debe tener la fortaleza moral para aplicar la ley y castigar al delincuente, dejando de lado todo asomo de venganza política.