Al tratar de señalar los aspectos positivos que nos dejó el año 2016, algunos analistas han mencionado, en primer lugar, la suscripción del acuerdo comercial con Europa. Y no es para menos. Después de años de testaruda oposición a los acuerdos comerciales, considerados una expresión moderna del neo-colonialismo, útil para disfrazar inmutables ambiciones imperialistas, Correa tuvo que reconocer que, si no llegaba a un acuerdo, todo el Ecuador sufriría las consecuencias negativas de un aislamiento “soberano” que afectaría gravemente a la estructura productiva y al comercio exterior del país.
No es que Correa hubiera comprendido que la posición política que asumió contra el comercio internacional era incorrecta. No, Correa no admite equivocarse. Los defensores de los acuerdos comerciales siguen estando –según él- tan desorientados como antes. Lo que ocurre es que aún conservan un poder fáctico que no se puede soslayar. Ya triunfará sobre ellos la revolución -elucubra- pero, mientras tanto, al aproximarse las elecciones presidenciales, hay que despojar de argumentos a la oposición. No cabe olvidar que el socialismo –según sus manuales- habrá de imponerse por etapas y que, por el momento, no conviene hurgar más en ese tema. Los repliegues tácticos son a veces inevitables.
¡Vaya pues a Europa el ministro Cassinelli y procure alcanzar lo que, años atrás, obtuvieron Colombia y Perú en materia comercial! Pero los prejuicios de Patiño y Long no han cambiado un ápice. Enemigos de todo acuerdo comercial, no perdieron ocasión de expresar, en su condición de Cancilleres, “opiniones personales” contrarias al acuerdo. No pocas veces, los avances que se conseguían en Bruselas, eran frenados por decisiones de Patiño. ¿Acaso el país ha olvidado las declaraciones de Long en Inglaterra, denostando el acuerdo que Cassinelli finalizaba ese momento en Bélgica? Long recibió el obvio apoyo de Kintto Lucas, quien explicara antes su salida de la Cancillería aduciendo que no podía aceptar que el Ecuador suscribiera un tratado con Europa. “Los que se presten para eso serán juzgados por la historia”, dijo con aires de juez y profeta. Así, dos ciudadanos extranjeros devenidos ecuatorianos por generosidad del socialismo correísta, interpretaban los intereses permanentes del país que los adoptó generosamente como nacionales.
El Acuerdo con Europa es un paso acertado. Sin embargo, los aspectos positivos para el Ecuador serán menores que los que Perú y Colombia ya han conseguido en cuanto a conquista de mercados y creación de hábitos de consumo. El cliente europeo ya tiene por varios años la costumbre de comprar mercaderías de nuestros vecinos. Los provenientes del Ecuador tendrán que luchar a brazo partido para recuperar el tiempo que deliberadamente perdieron Correa y su Canciller.