Una política internacional bien concebida debe basarse en los principios y valores tradicionales de nuestro país, orientarse hacia la promoción de sus derechos e intereses y plantearse después de un análisis objetivo del contexto internacional.
Debemos promover buenas relaciones con todos los países o grupos de países, estableciendo las debidas prioridades. Como no somos una potencia política, económica o militar, nos conviene cooperar con otros para multiplicar nuestra capacidad de negociación e influencia. Por esto es buena la integración regional.
En el campo económico, debemos ser pragmáticos. Mientras mayor sea la importancia y el número de nuestros socios, menores serán las dependencias que puedan condicionar o influir en nuestras políticas comerciales o financieras.
Por esto, la visita del Presidente de China debe ser considerada en todo su significado. Con sus 1300 millones de habitantes, China es un mercado potencial que hay que trabajar. ¡Pensemos en el dinamismo que se imprimiría a nuestra agricultura si cada chino consumiera diariamente un banano!
La visita del presidente Xi Jinping tiene, entonces, importancia indiscutible. China no es solo un gigantesco consumidor de productos primarios sino una fuente de tecnológica moderna que puede contribuir positivamente a nuestra industrialización y a aumentar nuestra capacidad para proveer bienes y servicios de alta tecnología. Las lecciones que nos da Costa Rica, en este campo, es valiosísima.
Cultivar las mejores relaciones con China no puede significar -como parece haberlo entendido nuestro actual gobierno- descuidar las relaciones con clientes históricos como Estados Unidos, por bobos prejuicios ideológicos, o la Cuenca del Pacífico. Bajo la presidencia de Trump, ya no podremos firmar un convenio comercial con Washington. Años se perdieron, por esas mismas razones, en cuanto a Europa. Bienvenida, aunque tardía, la firma del acuerdo comercial, pero el mal está hecho. Los exportadores de Colombia y Perú, de productos similares a los del Ecuador, ya se han adelantado a establecer sus clientelas en Europa, mientras que los productores ecuatorianos tendrán que comenzar recién, con competitividad disminuida, su lucha para abrir o ampliar allí sus mercados.
Ojalá la visita de Xi Jinping redunde en el aumento de nuestras ventas a China. Los financiamientos que hasta ahora ha entregado al Ecuador han sido de plazos cortos, altos intereses y garantizados con petróleo. No cabe ampliarlos en similares condiciones. Ojalá entendamos también que China usa sus relaciones económicas como instrumento para ampliar su influencia política, con el afán de sacar ventajas en el reparto del poder, frente a unos EE. UU. que ahora estarán orientados por peligrosas tendencias nacionalistas y proteccionistas.