Aquí va, en lugar de una amarga queja, una propuesta (ojalá que se pueda incluir en las importantísimas enmiendas que tan diligentemente se tramitarán en diciembre). Bueno, concretando (ya parezco diputada), mi aspiración es sencilla: que nos devuelvan la calidad de seres humanos ‘normales’ a Los Sin Hijos (de ahora en adelante LSH) y que en calidad de tales gocemos de los derechos de los cuales gozan los demás.
Parece chiste pero no es. Hay casos por suerte cada vez más inusuales en los que somos tratados como enfermos; gente rara que tiene desactivado el chip reproductor; gente digna de lástima. Ya digo que no es chiste. A saber, la enfermedad consiste en no tener hijos, ya sea porque uno no los quiere tener o porque no los puede tener y le da una infinita pereza someterse a la tortura física y económica que imponen los tratamientos de fertilidad.
Para qué les voy a machacar con la canteleta, si algunos de ustedes mismos (aunque todavía somos menos, bichos raros e inexplicables) se cobijarán bajo esta sigla (LSH) o al menos conocerán a alguien que vaya por la vida en tal condición. Una realidad que muchos acusan de anómala, pero que es perfectamente normal y deseable. Doy fe.
Si ya les convencí, o ustedes mismos tenían desde antes una idea parecida, pueden ayudarme a recoger firmas (aprovechando los formularios que tan amablemente reparte el Consejo Nacional Electoral) para que entre otras enmiendas al código laboral se haga una que establezca que las mujeres sin hijos gocemos, al menos una vez en la vida, de una licencia equivalente al periodo de lactancia y un embarazo complicado juntos (ya, que en total sume unos nueve meses).
Esta licencia podría aprovecharse en la realización de la parte presencial de una maestría, en un retiro espiritual, para pasar de juerga, en un viaje de placer dentro o fuera del país, en escribir un libro, o en lo que a uno le plazca. Ya sé que existen los años sabáticos, pero ese es un privilegio casi exclusivo de la Academia y no cuenta para la mayoría de los mortales.
Otra idea para ese mismo código: que no nos digan que los empleados con hijos tienen prioridad a la hora de tomar vacaciones en la época de verano. ¿Por qué? Porque tienen hijos. ¿Y qué hay de LSH? ¿Que se jo? No hay derecho. Igualdad ante la ley, ¿se acuerdan?
Y para los códigos de convivencia civilizada, armoniosa y solidaria (no esos que se cocinan en la Asamblea) sugiero nuevas prácticas como la de celebrar los eventos importantes de LSH, por fuera de graduaciones, cumpleaños y matrimonios. ¿Qué tal si a esa amiga sin hijos que no se ha perdido ni un baby-shower de las 15 amigas del grupo se le hace un kitchen-shower cuando esta se haya comprado su casa y ya no le quede un peso para amoblarla?
Suena bien, de gente civilizada que encuentra que todo otro es ‘normal’, sujeto de todos los derechos y consideraciones; se reproduzca o no.