Ya he expresado reiteradamente en esta columna lo mucho que se ha avanzado durante todos éstos años de la Revolución Ciudadana. En este marco, fueron destacados –y reconocidos internacionalmente- los logros en materia de educación, salud, empleo y ampliación de derechos, sin que ello implique desconocer todo lo mucho que aún resta para alcanzar el Plan Buen Vivir.
El Ecuador ha devenido en un actor internacional de peso.
La corrupción en Ecuador sorprende a todos, indigna a muchos y “conviene” a unos pocos, ya que en el marco del proceso electoral en ciernes, hay sectores que pretenden obtener –en desmedro del gobierno- un rédito político en las urnas apelando a discursos anclados en esta cuestión.
La ceremonia de ascensos y condecoraciones de la Policía Nacional que tuvo lugar la última semana en la ciudad de Guayaquil, fue una demostración cabal de la profundidad de las transformaciones llevadas a cabo en el país durante los últimos diez años.
Es muy difícil que un proyecto político tenga la aceptación de todos. Cuando se lleva adelante una gestión de Gobierno, necesariamente se debe buscar el equilibrio entre sectores en pugna que defienden sus intereses.
Por qué no reiterar con todas las letras una noticia muy importante para la democracia del Ecuador, y que adquiere mayor relevancia en los tiempos que corren. El próximo febrero será testigo de las elecciones presidenciales, que tendrán como protagonista destacado, aunque ausente, a Rafael Correa, que concluirá sus dos mandatos consecutivos. Se avecinan tiempos agitados en cuanto a lo electoral, se vienen campañas cortas e intensas, aunque no por ello menos importantes para el futuro del país.
Columnista invitado Para sorpresa de muchos, la noticia comenzó a sonar esta semana en Argentina: el gobierno de Mauricio Macri analiza aplicar la denominada “Ley de Góndolas”, que el presidente Rafael Correa impulsó en Ecuador, para frenar la inflación y fomentar las economías regionales. Se trata ni más ni menos que de la Ley Orgánica de Regulación y Control de Poder de Mercado, con plena vigencia en abril de 2012, nacida con el objetivo de evitar cualquier abuso de los formadores de precios.
“Ecuador y Latinoamérica deben buscar una nueva concepción de desarrollo, que no refleje únicamente percepciones, experiencias e intereses de grupos y países dominantes; que no someta sociedades, vidas y personas a la entelequia del mercado; donde el Estado, la planificación y la acción colectiva recuperen su papel esencial para el progreso”, dijo Rafael Correa en su primer discurso como presidente en enero de 2007.
Próximo a cumplir su mandato, Rafael Correa afirmó en su último Informe a la Nación que estábamos frente a una década ganada. La afirmación (grandilocuente, mas no original ya que es una expresión que acuñó el proyecto político de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina, en alusión al período 2003-2015) encuentra su justificación en las profundas transformaciones que deben ser sí reconocidas.
“Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” parece ser una de las frases que más representa a la clase dirigente, sin distinción ideológica ni partidaria, en cada rincón del planeta, con honradas excepciones que nos ha mostrado la historia.
Columnista invitado Hemos venido observando los esfuerzos que han realizado gran parte de los países de este lado del mundo por ganar protagonismo desde una perspectiva soberana apostando a redefinir los flujos entre centro y periferia, avanzando en el desarrollo de políticas públicas tendientes a generar un desarrollo genuino que permita generar más oportunidades para sus habitantes.
Este año se están cumpliendo 60 años de la publicación del libro “Fábula del tiburón y las sardinas”, escrito por el expresidente de Guatemala, Juan José Arévalo. La obra expresaba el repudio a la conducta de Estados Unidos hacia los pueblos de Centroamérica durante el siglo XX. Al cumplirse el aniversario de aquella histórica publicación, la fábula sigue teniendo una vigencia aleccionadora, ya no solo para los países de América Central sino para toda América Latina.
Luego de más de una década de sinsabores, distintos grupos concentrados de poder en la región recuperan posiciones sirviéndose de un menú variopinto para cumplir sus objetivos económicos y políticos. Con la paciencia agotada, frente al avance de gobiernos populares que ampliaron derechos y avanzaron en una distribución más equitativa de la riqueza, dichos poderes económicos se han lanzado a la tarea de conseguir -por todos los medios- que el fiel de la balanza vuelva a volcarse para su lado.
¡Qué Dilma Rousseff no deje de ser noticia! En esta afirmación está una de las claves para reflexionar sobre el momento que atraviesa América Latina y cómo los pueblos deben afrontarlo. La semana pasada, en un bochornosa sesión amplificada por las tapas de los diarios del mundo, la Presidenta de Brasil fue suspendida por el Parlamento dejando un dato que no debe dejar de asombrarnos y que enciende una luz de alerta: todos se enteraron de la decisión de los legisladores pero pocos son los que saben a ciencia cierta el fundamento jurídico de tal decisión.
El país atraviesa por estos días un inmenso dolor. No hay consuelo posible para quienes perdieron a sus seres queridos a manos del brutal terremoto que azotó el pasado 16 de abril a la zona costera del país. Y tampoco hay consuelo para la inmensa mayoría de los ecuatorianos que asumieron como propio el drama por el daño irreparable de tantas vidas perdidas.
Enrique Ossorio El Día de las Américas, conmemorado el 14 de abril por ser la fecha en la que se fundó la Unión de las Repúblicas Americanas (antecedente de la Organización de los Estados Americanos -OEA-), se nos presenta como una muy buena oportunidad para reflexionar sobre las marchas y contramarchas en la organización política del continente. También para poner en perspectiva el itinerario político que el Ecuador tiene por delante.
Mientras la región latinoamericana se encuentra atravesando distintos movimientos políticos, que para muchos son signos de un debilitamiento de los gobiernos populares que supieron comandar los destinos de Argentina, Bolivia, Uruguay, Venezuela y Ecuador durante la última década, en los últimos días hemos sido protagonistas de distintas señales de la política exterior que nos permiten observar diferentes miradas en la consideración que tiene el mundo, o al menos a partir de lo que expresan los principales líderes internacionales, de América Latina.
A juzgar por las estimaciones vinculadas al crecimiento económico proyectado para el Ecuador en 2016, lo que puede verse con claridad es que, si bien el ritmo de generación de recursos ha venido desacelerándose en los últimos años, se mantiene la senda virtuosa. El dato más significativo es que aún en el contexto internacional de baja en el precio del petróleo se prevé que el balance continuará dando positivo.
Hablar de la celebración del Día de San Valentín desde esta columna puede parecer frívolo. Sin embargo, la llegada del 14 de febrero, conmemorado recientemente, nos permite poner en el centro de la escena un aspecto de la festividad que es muy importante para el Ecuador y su actividad económica.
Pasan los años y las discusiones regionales parecen girar alrededor de los mismos temas (sin que ello signifique una buena noticia). Con motivo de la reunión de la Celac, por la que pasaron varios de los mandatarios latinoamericanos, sobresale que algunos puntos, como la pobreza y la desigualdad, siguen teniendo peso en los discursos y en las distintas agendas nacionales.