Mientras la región latinoamericana se encuentra atravesando distintos movimientos políticos, que para muchos son signos de un debilitamiento de los gobiernos populares que supieron comandar los destinos de Argentina, Bolivia, Uruguay, Venezuela y Ecuador durante la última década, en los últimos días hemos sido protagonistas de distintas señales de la política exterior que nos permiten observar diferentes miradas en la consideración que tiene el mundo, o al menos a partir de lo que expresan los principales líderes internacionales, de América Latina.
El triunfo de Mauricio Macri en la tierra del Che, la crisis económica que atraviesa Maduro en Venezuela y las turbulencias judiciales que afrontan Dilma y el propio Lula en Brasil son síntomas de un corrimiento de la política hacia el centro, que viniendo de la izquierda no es más que un salto a la derecha, por estas latitudes.
Sin embargo, a juzgar por algunos acontecimientos, el avance de la nueva oleada conservadora más que representar una victoria parece, al menos hasta ahora, haber logrado un empate. Casi en simultáneo, mientras que el Estado norteamericano anunciaba la visita del presidente Obama a la Argentina, en Ecuador el presidente Correa anticipaba, en su habitual Enlace Ciudadano, que el papa Francisco lo había invitado a brindar una conferencia en el Vaticano.
A la manera de un partido de ajedrez, imaginariamente Obama y Francisco nos han brindado dos grandes jugadas, pero sin dejarnos en claro quién será el ganador. Si Obama se refleja en Macri cuando mira para el sur, Francisco se refleja en Correa cuando busca referencias en la parte más austral del continente americano.
Aún sin saber con exactitud las razones de por qué ha sido convocado, es posible intuir que el Sumo Pontífice considera al proyecto de la Revolución Ciudadana en consonancia con los preceptos que desde la Iglesia intenta predicar: tierra, techo y trabajo, y un discurso que condena el neoliberalismo y sus consecuencias.
Sin dudas, Correa es exponente de una dirigencia que ha devuelto derechos y extendido políticas sociales en la región. La invitación del Papa reafirma una vez más que el país puede estar orgulloso al ser reconocido por sus logros en materia económica y política. Los avances que se pueden exhibir en Ecuador son ejemplo para distintos líderes del mundo.
De esta manera, lejos de pretender enfrentar a Obama con Francisco, o a Macri con Correa, lo que estas afinidades expresan es la tensión existente en la búsqueda de un nuevo ordenamiento mundial donde todavía no está claro hasta dónde se correrán los límites de los viejos márgenes de la construcción política latinoamericana.
Es prematuro para anticipar respuestas pero que Obama se haya fijado en Macri y que Francisco se fije en Correa, permite afirmar es que en la actualidad el partido se encuentra empatado. Demostrando una paridad que al parecer le sienta bien al mundo.