Este año se están cumpliendo 60 años de la publicación del libro “Fábula del tiburón y las sardinas”, escrito por el expresidente de Guatemala, Juan José Arévalo. La obra expresaba el repudio a la conducta de Estados Unidos hacia los pueblos de Centroamérica durante el siglo XX. Al cumplirse el aniversario de aquella histórica publicación, la fábula sigue teniendo una vigencia aleccionadora, ya no solo para los países de América Central sino para toda América Latina.
El riesgo latente y permanente -como bien expresaba Arévalo- de la intromisión interesada de los norteamericanos en los asuntos internos de los países de nuestra región, parece agravarse seis décadas después de su manifiesto ante el ascenso de la figura de Donald Trump como candidato presidencial.
La mirada del magnate devenido en político en relación al resto del continente americano no solo es “imperialista” sino más bien “separatista” y “sectaria”, al tiempo que expresa el auge de un profundo sentimiento antipolítico que viene avanzando en el mundo.
La dificultad del escenario que se avecina ya no está dado solamente en la reivindicación de las identidades locales frente a la intención homogeneizadora de una potencia económica y militar, sino en la necesidad urgente de continuar legitimando la práctica política como herramienta de transformación social.
En este sentido, por estos días el Ecuador de la Revolución Ciudadana aparece como el contrapeso más lúcido que tiene el aluvión centralista y antipolítico en América.
A pesar de las dificultades planteadas por la caída de los precios internacionales del petróleo, la economía ecuatoriana continúa mostrándose competitiva y expresa la buena salud y vitalidad de un modelo de conducción política que se relaciona con el mundo capitalizando todo lo bueno que tiene para ofrecer pero protegiendo sus intereses en beneficio de las mayorías.
Una situación de fortaleza que se expresa no solo en variables macroeconómicas sino también en las encuestas que muestran bien posicionado al liderazgo de Alianza País frente a la próxima contienda electoral de 2017.
Mientras, en el extremo norte –territorialmente hablando pero vale también la definición en términos políticos e ideológicos-, Estados Unidos mantiene su poderío económico pero parece reinventarse cambiando a Barack Obama por Donald Trump, un retroceso para la política local y una señal preocupante en el escenario internacional.
Paradójicamente o no, a 60 años de la fábula inmortalizada por el histórico líder de Guatemala, el nado del tiburón –que supo saciar su voracidad ampliando sus mares- hoy parece quedar atrapado en sus propias contradicciones, enceguecido por los clamores de aquellos sectores más reaccionarios que, en el afán por comerse las “sardinas”, corren el riesgo de morderse la cola.