Columnista invitado
Hemos venido observando los esfuerzos que han realizado gran parte de los países de este lado del mundo por ganar protagonismo desde una perspectiva soberana apostando a redefinir los flujos entre centro y periferia, avanzando en el desarrollo de políticas públicas tendientes a generar un desarrollo genuino que permita generar más oportunidades para sus habitantes.
Sin embargo una discusión siempre presente cuando se plantean estos desafíos de crecimiento –y que ha tenido en la derecha a sus mejores voceros- es el debate en relación a los niveles del gasto público y la pertinencia de contar con un Estado fuerte que pueda manejar los destinos de la economía del país. Es el caso de Ecuador, que se ha destacado en los últimos años por la expansión de su economía y el fortalecimiento del Estado en relación al cumplimiento de los derechos de la ciudadanía.
Más allá de las ideologías, el pulso de las políticas públicas lo mide su financiamiento y la recaudación a través del cobro de impuestos es la principal fuente de ingresos. Es por esta razón que se expande la presión tributaria y la necesidad de incrementar los controles sobre los sectores más poderosos y concentrados que se las rebuscan para evadir sus obligaciones.
Una de las formas más comunes para la evasión a gran escala es la posibilidad de fugar el dinero hacia países conocidos como paraísos fiscales. Una práctica que produce un daño enorme en las cuentas del Estado y que paradójicamente no suele estar en la agenda de los detractores del Estado a pesar de los millones de dólares que a raíz de ello, los Estados Nacionales no recaudan para llevar adelante su tarea.
Así, nuestras naciones hipotecan sus destinos de la mano de aquellos sectores acomodados que mientras defienden ajustes en las finanzas públicas evaden impuestos provocando un doble vaciamiento del Estado. Un círculo vicioso, que es necesario detener, no solo para condenar y terminar con los delitos de algunos sino más bien por el futuro de nuestras naciones.
En este contexto, Ecuador ha logrado poner una piedra en el camino de todos aquellos sectores que quieren beneficiarse a costa de la especulación. Las Naciones Unidas acogió recientemente una iniciativa presentada por el Presidente Rafael Correa para condenar a las potencias coloniales que emprendan actividades ilícitas, nocivas e improductivas incluida la utilización de los territorios -no autónomos bajo su administración- como paraísos fiscales. Una suerte de colonialismo financiero del siglo XXI que va en detrimento del desarrollo de los pueblos.
Ecuador nos vuelve a mostrar una de las mejores caras de la política: utilizar todos los medios para generar las transformaciones que permitan mejorar la calidad de vida de la población abordando una problemática como la de los paraísos fiscales que se estima que desvía depósitos nacionales por un monto que representa el 30% del PIB. Ecuador se pone a la vanguardia.