Con materiales caseros, económicos y con una buena dosis de ingenio, Gary Flores, un inventor a tiempo completo desarrolla rastreadores de satélites. El ingeniero en Telecomunicaciones, graduado en la Escuela Politécnica Nacional (EPN), prefiere llamar “receptores” a sus artilugios, porque captan señales de todo tipo, entre ellas las de los satélites.
Desde su época de estudiante, a Flores le interesó hacerse con la señal que sabía emitían los satélites que circundan la Tierra.
Este interés se vio reforzado cuando nuestro país lanzó el minisatélite Pegaso desde una base en China, en 2013.
El lanzamiento fue exitoso pero no se tuvo luego detalles de la señal directa que emitía, pues ninguna institución se propuso recibirla.
Flores sabía que los sistemas para receptar señales de un satélite cuestan más de USD 80 000. Así que decidió aplicar su inventiva y conocimientos para construir un rastreador satelital más asequible.
Una de las limitaciones más importantes que tuvo fue encontrar literatura técnica especializada, el Internet era precario y la información llegaba a cuentagotas.
No existían las facilidades de acceso que se tiene hoy a bases de datos, revistas internacionales y bibliotecas digitales.
Otro obstáculo era la necesidad de contar con laboratorios especializados. Jugó a favor de Flores el hecho de que, en aquella época, pasó a trabajar a la EPN.
Esto le dio acceso a los laboratorios de esa institución en los que trabajan técnicos especializados. El inventor comenzó por desarmar un televisor, para utilizar una parte del receptor de señal del electrodoméstico.
Este era un sintonizador amplio capaz de trabajar en banda ancha, en un rango que iba desde los 56 megahercios hasta 1.2 gigahercios. Flores acopló este sintonizador a un sistema electrónico. Tuvo que adaptar también un procesador de datos al equipo.
Las pruebas no se podían hacer en casa, pero sí en los laboratorios de la EPN, concretamente en tres de ellos: primero, en el laboratorio de antenas; luego en el de alta frecuencia; y, posteriormente, en el más nuevo de los laboratorios, el de análisis de señales.
Con el apoyo adicional del Observatorio Astronómico de la Politécnica, luego de cuatro años el prototipo estuvo listo. Costó apenas USD 50 en materiales, pero también años invaluables de cálculos, ingeniería, procesamiento y muchas pruebas.
Hasta que el rastreador comenzó a captar la señal de los satélites, Flores patentó su invento en el entonces Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual (IEPI).
Él y su receptor pasaron a captar en el centro científico de La Alameda quiteña los rastros electrónicos que se emitían desde la estratósfera. Las primeras señales con las que trabajó fueron de satélites meteorológicos, como los de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica estadounidense (NOAA).
Estas señales permitían elaborar mapas y poner atención en aspectos específicos. Flores resalta la importancia de captar directamente la señal de los satélites. Esto permite tener los datos en bruto y segmentarlos según el interés científico que se tiene. Por ejemplo, las plataformas digitales de los medios televisivos suelen permitir el acceso a datos como temperatura ambiental o probabilidad de lluvias, porque tienen esos filtros.
Estas plataformas omiten, sin embargo, otros datos que pueden ser de interés para otras personas, como la dirección del viento. Flores dice que, después de haber creado el prototipo, ha sido más fácil mejorarlo. Su receptor ahora capta también las señales de satélites, como los dos que envió la Universidad UTE al espacio en convenio con entidades rusas.