Una siesta cortita, de 6 minutos, por ejemplo, podría ser suficiente para mejorar el procesamiento de la memoria. Ese -precisamente- es uno de los múltiples beneficios que se asocian a esa pausa.
La mayoría de las personas se ‘desconecta’ del mundo luego del almuerzo. Y ese es el momento sugerido por los expertos. Tomar una siesta después de las 15:00 podría interferir con el sueño nocturno.
Estudios internacionales han comprobado que los efectos de la siesta cambian en función de su duración. Los de la siesta corta (entre 5 y 15 minutos) son casi inmediatos, pero duran un tiempo limitado (entre 1 y 3 horas). Sin embargo, las siestas más largas (mayores de 30 minutos) producen un mejor desempeño cognitivo durante un período más largo (hasta varias horas).
Para renovar energías bastan 30 minutos, apunta el neurólogo Jorge Pesantes. Pasado ese tiempo las personas entran en un estado de letargo. Se las recomienda, sobre todo, a los hombres y mujeres que les cuesta conciliar el sueño durante la noche.
Según la Fundación Española del Corazón, las siestas eran muy frecuentes entre su población, pero debido al trajín diario ahora solo el 16,2% de los españoles la practican. Un error, pues hay más beneficios: reduce la tensión arterial, el riesgo de cardiopatías, estimula creatividad, ahuyenta al estrés, mejora el estado de ánimo y más.
¿Qué pasa con las siestas muy largas?
Según un estudio presentado en el Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC, por sus siglas en inglés), tomarse un descanso de más de una hora podría ser negativo. “La siesta durante el día es común en todo el mundo y generalmente se considera un hábito saludable. Una opinión común es que la siesta mejora el rendimiento y contrarresta las consecuencias negativas de la ‘deuda de sueño’. Nuestro estudio cuestiona estas opiniones tan extendidas”, detalló el autor del estudio, Zhe Pan, de la Universidad Médica de Guangzhou (China).