Simón Espinosa Cordero, el ‘caminante’ de espíritu humanista

El exsacerdote, periodista y académico tiene 92 años. Recibió la condecoración Pedro Fermín Cevallos. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

El exsacerdote, periodista y académico tiene 92 años. Recibió la condecoración Pedro Fermín Cevallos. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

El exsacerdote, periodista y académico tiene 92 años. Recibió la condecoración Pedro Fermín Cevallos. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Es viernes 14 de septiembre de 1990. Son las 15:00. El viento veraniego de Quito sopla con fuerza en el cerro Ungüi donde, a más de 3 000 metros de altura, están las aulas del Instituto de Investigación, Educación y Promoción Popular del Ecuador (Inepe).

El centro educativo está ubicado a 2 kilómetros del Hospital del Sur Enrique Garcés, en el antiguo camino a Lloa. En el interior de una de esas aulas está Simón Espinosa Cordero (Cuenca, 1928). Durante las próximas cuatro horas, el entonces periodista de diario Hoy, hablará con erudición de la sintaxis en las oraciones; del gobierno de Rodrigo Borja; de la guerra en el Golfo Pérsico; y de Antonio Machado, uno de los poetas que lo han acompañado a lo largo de sus 92 años.

Entre las personas que lo escuchan con atención, mientras toman apuntes en sus cuadernos, están tres profesores normalistas, una estudiante politécnica, 10 promotores populares, tres jóvenes dirigentes de la Federación de Organizaciones Juveniles, un albañil, un mecánico y un promotor cultural. Afuera, las ramas de los árboles de eucalipto se mueven de forma acompasada.

Simón, el maestro, todavía no lo sabe, pero aquella tarde ha comenzado a andar un camino que lo llevará de vuelta al cerró Ungüi, una y otra vez, durante las próximas tres décadas para ayudar en la formación de maestros. Hombres y mujeres, que luego multiplicarán su trabajo docente, su amor por la libertad, su espíritu humanista y universal y su lucha por la defensa de los derechos humanos.

Los caminos de este exsacerdote comenzaron a labrarse de manera formal en la Escuela San José de los Hermanos Cristianos de La Salle, el Colegio Rafael Borja de Cuenca y el Colegio Superior San Ignacio de Cotocollao. De manera informal su andadura por la vida inició de la mano de Octavio Cordero Palacios, su abuelo materno.

De aquel hombre, que en 1926 recibió el encargo de mantener la Fiesta de la Lira, heredará su gusto por la poesía. La huella que dejó en los primeros pasajes de su vida fue tan importante que sobre su legado volverá un jueves 13 de septiembre del 2012. Su discurso de incorporación como Miembro Correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, llevó por título ‘Octavio Cordero Palacios, la poesía de la ciencia’.

Simón, el lector se conecta con la obra de Antonio Machado, César Vallejo Luis de Góngora, Federico García Lorca y James Joyce. Leerá y entenderá el ‘Ulises’ como ningún otro.

En el Colegio Máximo San Gregorio (de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Puce) conoce el humanismo de la mano del padre Aurelio Espinosa Pólit. En Estados Unidos obtiene el título en teología, por el Saint Mary’s College y en Italia estudia teología espiritual en la Universidad Gregoriana.

La lectura devino en escritura y en más lectura. Se encontró con la obra de Jorge Luis Borges y Jorge Carrera Andrade. Otra vez aparece el ‘Ulises’ de Joyce y su vocación por la enseñanza. Antes de llegar al cerro Ungüi ya había dado clases a estudiantes de lingüística, historia, filosofía, enfermería y de letras, la mayoría jóvenes que se estaban formando en las aulas de la Puce, una institución a la que también ha vuelto constantemente.

En los años 60 se abre una nueva senda en su vida y aparece Simón, el periodista. Los textos como jefe de Redacción de la revista el Mensajero (1968-1972), como director del Suplemento Cultural de El Comercio (1981-1984) y como columnista de diario Hoy y El Comercio (hasta la actualidad), serán leídos y comentados por su lucidez, su frontalidad, como los que hablan de la defensa de los derechos del pueblo palestino, y por su humor particular, en el cual siempre saltan las referencias literarias. Textos en los que, como aprendió con Espinosa Pólit, muestra que nada de lo humano le es ajeno.

Su humor punzante y sagaz está presente en los textos que reunió en el libro ‘Vine, vi y linché’ y en su cuenta de Twitter, desde la cual lanza trinos desde el 2016. Simón, el tuitero habla de la vida cotidiana, de fútbol, de política nacional e internacional y de los casos de corrupción e injusticia social. “Más que los terremotos, debemos los ecuatorianos tener miedo y pavor al Hospital Carlos Andrade Marín, que nos aplastará con millones de fármacos caducados. Teníamos que morir sanos. Es el ideal. Ahora, moriremos enfermos. ¡Qué indignidad!”.

Es miércoles 19 de septiembre del 2020. Son las 20:00. Simón Espinosa Cordero está parado frente a decenas de hombre y mujeres que lo miran con la admiración que solo pueden conseguir aquellos que nunca han ambicionado el poder.

De su cuello cuelga la condecoración Pedro Fermín Cevallos, que le acaba de entregar la Academia Ecuatoriana de la Lengua, por ser una figura notable de las letras, la cultura, la enseñanza universitaria y la defensa de los derechos humanos.

De pie y con una voz que abriga, en medio del frío de la noche, vuelve la vista atrás para regresar a ver esas sendas que sabe que jamás va a volver a pisar. Bebe un sorbo de agua y dice -citando a Sócrates- "Una vida sin examen no merece la pena ser vivida. Debemos vivir la vida a fondo. Este fondo es hacer lo que se hace a conciencia cayendo en cuenta de lo que hago con el raciocinio de la mente y con la luz del corazón”. Esta frase socrática -añade- es uno de los fundamentos de la ética.

Un ámbito que ha promovido desde la cátedra y también desde su trabajo como miembro fundador de la Comisión Cívica contra la Corrupción; como fundador y presidente de Quito Honesto, Comisión Metropolitana de Lucha contra la Corrupción; y como Vicepresidente de la Sociedad Ecuatoriana Bioética.

Minutos después recita los versos de Patria y recuerda que el himno no fue escrito por ningún correísta sino por Manuel María Sánchez tío abuelo de Diego Araujo Sánchez, quien está sentado a unos puestos del expresidente Rodrigo Borja.

Él al igual que el resto de asistentes lanza una carcajada cuando, el fundador y director del Centro de Investigación y Cultura del Banco Central del Ecuador, agradece por la presencia de los asistentes diciendo gracias “hermosos señores e inteligentes mujeres”. Acto seguido habla de Juan, ‘El Bautista’ y azuza a sus compañeros académicos, sobre la importancia del cuidado de la palabra.

Simón, el esposo cita a Borges y habla del país, como un “ensayo equinoccial”. Busca entre el público y mira a Ana María Jalil, su esposa. Lo último que hace es soltarle un verso de Jorge Enrique Adoum. “Guambra mía, cuando muera/ en el fogón me has de enterrar,/ y cuando hagas las tortillas, ponte allí por mí a llorar, y si alguno te pregunta/guambrita por qué lloras,/decí la leña está verde/ y el humo me hace llorar”.

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