Estudios confirman que las relaciones sexuales son importantes para la salud de los seres humanos. Foto: YouTube
¿Puede una persona vivir sin sexo? Parece imposible, pero muchas religiones tienen la abstinencia como uno de sus fundamentos, aunque allí la cuestión pasa más por apagar el deseo.
Según los especialistas, la falta de apetito sexual no genera infelicidad en los seres humanos. En cambio, cuando no se producen encuentros amorosos y el deseo es constante, aparecen los problemas. Uno de los primeros efectos es el descenso de la autoestima en muchas personas y parejas.
El médico psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin le explicó a Infobae que “existen momentos o etapas en las que el deseo se apaga y se establece en las parejas un acuerdo tácito de ‘estar juntos pero sin sexo’. También es importante entender que hay personas que están solas pero no quieren exponerse a encuentros conflictivos o que pueden lastimarlas en el futuro”.
Para Ghedin, “aunque no aparezca, el sexo siempre está”. Lo esencial de esta actividad, muchas veces, trasciende la necesidad corporal: practicarlo es uno de los mejores ejercicios cardiovasculares que hay, según numerosos estudios científicos.
Uno de ellos, encabezado por la Universidad de Tuffts en Massachusetts, Estados Unidos, arrojó que “el sexo genera inmunoglobulina A (IgA), uno de los anticuerpos que ayuda a prevenir infecciones y resfriados. Pero hay más, practicarlo dos veces por semana aumenta en un 30% los niveles de este anticuerpo“.
“El encuentro íntimo es una parte fundamental de la vida. No importa si se está en pareja o no, es indistinto. Se siente el deseo, la intensidad del amor, del placer y uno se entrega al otro sin perder la individualidad. Tenemos la capacidad innata de proyectar la vida en compañía, en donde el gran desafío de ser singulares es hacerlo bajo una experiencia íntima compartida”, dijo Ghedin.
Las hormonas sexuales son claves. Aquellas que intervienen en este comportamiento, al perder actividad, dejan de segregar sustancias que afectan directamente el estado de ánimo y la motivación de las personas.
“Si esa fuerza llamada libido es inherente a lo humano, la represión o sublimación de la misma son adquiridas. El interés sexual puede reprimirse por experiencias frustrantes, traumas, vergüenza, rencores, falta de comunicación, incapacidad para demostrar afectos, entre otras cuestiones”, aclaró el médico.
La experiencia erótica puede verse influida por distintos factores, personales o del vínculo. “Desde el punto de vista biológico del encuentro, el acto sexual, además de ser un buen ejercicio aeróbico, activa la liberación de sustancias como las endorfinas que brindan sensación de bienestar, de hormonas como la oxitocina que promueve el apego y de neurotransmisores como la dopamina que incrementa el deseo y ayuda a la repetición de la acción. Perder esto puede ocasionar problemas en la salud”, contó el especialista.
Ghedin también alertó que “cuando el conflicto interno radica entre las ganas y la dificultad para encontrar un compañero/a sexual, la tensión no sublimada en otras actividades puede generar angustia, frustración y pensamientos recurrentes referidos a vivir sin sexo”.
¿Se puede equilibrar la falta de sexo?
Algunos expertos recomiendan equilibrar la carencia sexual con una alimentación saludable, sin grasas, ni azúcares, ni café, y con ejercicio, para liberar la carga retenida.
“Hay personas que con la masturbación logran disminuir la tensión, pero para otras no es suficiente y necesitan el contacto cuerpo a cuerpo. En las mujeres es más frecuente la necesidad de un acercamiento más intenso, aun sabiendo que será ocasional”, sostuvo Ghedin.
Respecto a las relaciones cibernéticas, Ghedin cree que es fundamental “escaparle a las redes sociales, los encuentros cara a cara siempre serán insuperables. Cambiar la soledad de la casa por un café, una salida al cine o la visita a una exposición de arte. No hay que quedarse con las malas experiencias de otros. Como en cualquier ámbito de la vida, cada ser humano debe crear sus propias vivencias”, concluyó el sexólogo.