El museo de San Marcos se levantó en el 2000, pero las filtraciones y la falta de mantenimiento lo han deteriorado. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
El cronista Girolamo Benzoni dedicó algunas líneas al cacique que dominó estas tierras. “Al tiempo que los españoles entraron a este país, dominaba en la provincia un Señor llamado Baltacho”.
El fragmento es parte de La historia del Mondo Nuovo, relatos de su viaje por Ecuador entre 1547 y 1550. Benzoni se topó con el cacique a su llegada a Colonchi, el país de los huancavilcas, el primer pueblo de la punta de Santa Elena.
Una copia del libro se oculta en un cajón polvoriento en el deteriorado museo del cacique Baltacho de San Marcos. En 1998 una misión arqueológica hurgó en el pasado de esta comuna de la parroquia Colonche, en la Península. Y bajo la tierra prieta descubrieron restos de 52 individuos, vasijas, antiguos tejidos y ofrendas.
Delia Tomalá vive en el barrio El Paraíso, donde trazaron los linderos para las excavaciones. El sitio, ahora rodeado por humildes casas, fue el lugar de descanso de sus ancestros. Aquí reposaban 10 tumbas.
“Todo fue llevado al colegio de la comuna hasta que se construyó el museo. Se lo hizo con la forma de una vasija encontrada aquí mismo, pero al año comenzó a cuartearse”.
San Marcos ocupa la parte baja del río Javita, unos 4 kilómetros más adelante de Colonche. Acoge a unos 4 000 habitantes en los caseríos Javita, Barbascal y Pueblo Nuevo.
Su museo en forma de una enorme vasija precolombina a medio enterrar se divisa desde el carretero. Está rodeado de maleza y su tono rojizo ha palidecido por el sol y el agua.
En su interior sobreviven al abandono cerámicas y figurinas, collares de conchillas y rústicos molinos. También se conserva el informe de la arqueóloga Karen Stothert, quien dirigió el estudio patrocinado por el Banco Central y el Instituto de Patrimonio.
La investigadora relata que casi a un metro de la superficie se toparon con un cementerio de la última fase prehistórica de la cultura Manteño-Huancavilca, restos que datan de los años 1450 a 1550. “Los cuerpos fueron encontrados en una tela rojiza, que se deshacía como polvo al tocarla”, narra.
Una de las osamentas conservaba una piedra, destellante como un espejo; es metal pirita y se creía que les permitía ver a los espíritus. Los comuneros dicen que es del cacique Baltacho, el valeroso y temido guerrero del pueblo Colonchi.
El museo acogía piezas tan sorprendentes como esta y diminutas aves talladas en conchas, símbolo de los pájaros protectores que se colgaban a las armas antes de las batallas.
“Esta es nuestra identidad. Necesitamos el apoyo del Estado para recuperar el museo y nuestra historia”, dice Enrique Méndez, presidente de la comuna.
Así esperan devolver la honra a Baltacho, el que no se doblegaba ante nadie como relató el cronista Benzoni. “Era muy honrado y ejercía tanta autoridad sobre sus vasallos que cuando alguien iba a visitarlo nunca se ponía de pie”.