El elenco de Hamelin en un ensayo de la obra en la sala principal del Teatro Sánchez Aguilar, de Guayaquil. Foto: Mario Faustos/ El Comercio
La pieza teatral hace un guiño a la fábula infantil ‘El flautista de Hamelin’, capaz de hipnotizar con su flauta a las ratas y a los niños de un pueblo alemán –y de desaparecerlos de la faz de la tierra, según el cuento documentado por los Hermanos Grimm-. En este caso, el abordaje de la historia parte de un problema global: la pedofilia.
Unas sillas, desde donde los personajes aguardan para entrar a escena, la puerta de una habitación azul en el fondo del escenario y una pequeña jaula con ratas es toda la escenografía de ‘Hamelin’, que se presenta desde esta semana hasta el sábado 24 de agosto en el Teatro Sánchez Aguilar
‘Hamelin’ sigue en clave de intriga policial, a través de careos e interrogatorios, la historia de un juez que investiga los presuntos abusos a un niño de apenas 10 años, quien habita una zona popular. El agresor es un reconocido benefactor de la ciudad. La historia está basada en el famoso caso de una supuesta red de pederastia en Raval, España.
La obra del dramaturgo español Juan Mayorga fue reconocida con el Premio Nacional de Teatro 2005 de España y es dirigida en Guayaquil por el también español Andrés Lima, quien la estrenó en Madrid con el grupo Animalario en un montaje que obtuvo también cuatro galardones de los Premio Max 2006.
“Es un caso oscuro de lo que sucede en nuestras sociedades, que a menudo se quedan debajo de la alfombra por vergüenza social o estigma”, explica Lima, el director.
“La obra cuestiona también el papel del juez, que utiliza quizás el caso para tener resonancia profesional, porque también estamos apuntando o buscando monstruos en la sociedad, para librarnos de nuestra propia responsabilidad, la educación”, anota Lima.
El dramaturgo define la pieza como “un juego teatral perverso” que rompe la cuarta pared y cambia el punto de vista del espectador a través de un personaje–acotador (o narrador) que anima al público a mantener una postura crítica.
La actriz mexicana Itzel Cuevas encarna a ese acotador que introduce al público a la historia, comenta, agrega y ordena a los personajes.
“Más que buscar víctimas o culpables, que los hay, la idea es plantear una situación muy brutal, evitando juzgar de entrada”, dice Cuevas.
El actor español Aaron Navia interpreta a Josemari, el niño de 10 años que es la víctima de abuso, “transformado en adulto por circunstancias tan duras como el interrogatorio al que es sometido cuando el juez toma su testimonio”, avisa Navia. Él actúa como adulto introduciendo “por debajo inocencia, ternura e inmadurez” en el personaje.
El supuesto abusador es interpretado por el actor guayaquileño Jaime Tamariz, interrogado también por el juez en una de las primeras escenas que el elenco ensayó la semana pasada en una sesión abierta a la prensa. El elenco lo integran además Belén Idrobo, Diego Naranjo y Luciana Grassi.
Al juez lo interpreta el también guayaquileño Alejandro Fajardo, quien destaca la capacidad de la obra de conectar con el público por medio de la imaginación y los retos para el elenco, todo el tiempo sobre la escena sin desconexión ni descanso posible, dice.
También resaltó el enfoque social: “Es un tema vigente, al que todo el mundo le hace el quite, la gente lo evita y lo ponemos en la palestra para incitar a una reflexión, reconocer o empatizar con las víctimas”, finaliza Fajardo.