Minuto 38, ¡gol de Felipe Caicedo y un bocadillo! Minuto 50, anotación de Jefferson Montero y un bocado más. Minuto 54, golazo de Christian Benítez y un mordisco. 25 minutos después volvió a la cocina por el último gol.
El triunfo de la Selección ecuatoriana de fútbol ante Paraguay fue una derrota para Jorge Alberto. La tarde del partido eran solo él, el televisor… y la refrigeradora. “Lo admito, tuve una recaída”.
El hombre de 60 años, alto y de figura gruesa, lo confesó por la noche a sus amigos de grupo. “Inconscientemente abría la refrigeradora y comía. No por necesidad biológica, porque ya había almorzado. Es solo una manía”, se desahogó. Nadie se lo reprochó.
Hace un año y medio Jorge Alberto llegó a CCA, Comedores Compulsivos Anónimos. El angosto local en el 3030 de Los Ríos y San Martín, en el sur de Guayaquil, es el refugio de CCA. Sí, lo reconocen, todos tienen una adicción a la comida. Cuando de comer se trata no son como los demás.
“Nuestros cuerpos y mentes parecen enviarnos señales respecto de la comida muy diferentes a las que recibe un comedor normal (…) Alimentos como el azúcar, harinas, grasas o pasabocas salados disparan nuestra compulsión, son como drogas”, lee detrás de un escritorio Jorge Antonio, del folleto ‘Ya no estás solo’ Él es uno de los pioneros de CCA en Ecuador. Integró esta comunidad hace tres años, cuando superaba las 230 libras de peso.
“Yo desconocía que esto era una enfermedad. Mi debilidad eran las frituras, la comida chatarra. Si entraba a un local de hamburguesas podía comerme hasta cuatro combos. Esos malos hábitos alimenticios trajeron el sobrepeso y la artrosis. Ahora he aprendido que no debo ser esclavo de la comida”.
Desde que comenzó a aplicar los principios de OA (las siglas en inglés de Overeaters Anonymous) bajó 60 libras. Y dejó el bastón que le acompañaba.
La comunidad de CCA fue fundada en 1960. Tiene gran acogida en el mundo, en especial por las alarmantes estadísticas de obesidad. Según la Organización Mundial de la Salud, 1 400 millones de personas en el mundo padecen sobrepeso. Y cada año fallecen, por lo menos, 2,8 millones de personas adultas por la obesidad.
En 1992, la compulsión por comer fue reconocida como enfermedad. Sus síntomas son episodios frecuentes de atracones de comida y las posibles causas son la depresión y la ansiedad. El 50% de los comedores compulsivos tiene un fondo depresivo.
CCA es casi una religión: sus integrantes admiten que comer en exceso es un pecado, asisten piadosamente a reuniones de lunes a viernes, de 19:00 a 20:00. Oran pidiendo fortaleza, hacen un voto de abstinencia, tienen su propia literatura -en un rincón hay libros con títulos como ‘Solo por hoy’ y ‘Sendero espiritual’- tienen padrinos, personas con experiencias similares que les dan apoyo.
Como doctrina practican los 12 pasos y las 12 tradiciones de los grupos de alcohólicos anónimos. Aunque para el comedor compulsivo no es tan fácil aplicarlos. El alcohólico tiene que dejar de beber, pero ellos no pueden dejar de comer: solo deben dejar de hacerlo compulsivamente.
A la sesión del martes llegaron cuatro miembros. Usualmente son siete. “Hola, soy Esther, comedora compulsiva en abstinencia”. El resto repitió en coro: “Hola, Esther”. Y ella contó su historia.
Tiene 56 años y desde los 29 comenzó a engordar, poco a poco. Tocó fondo cuando llegó a pesar 195 libras. “Los médicos me decían que si no bajaba me operarían. Para mí no era tan sencillo como hacer una dieta”.
En CCA, donde no cobran cuotas, Esther cree que encontró la cura a los tres factores que influyeron en su adicción: en lo físico bajó 25 libras, en la parte emocional dejó la depresión y lo espiritual se acercó más a Dios.
En su discurso saltan algunas frases colgadas en las paredes del local. ‘Solo por la gracia de Dios‘, ‘Dios concédeme la serenidad…’.
Martha también las repite. Son algunos principios de esta hermandad. Ella tuvo un cambio de vida y no solo porque perdió 28 libras de peso. “Me recubría ante el miedo siendo agresiva y la comida era el escape a mis problemas. Ahora le encomiendo mis problemas a Dios. Vivo un día a la vez”.
Además de meditar y compartir sus testimonios, en CCA siguen un plan de comidas con guía de nutricionistas. Martha aplica el 3-0-1. “Significa tres comidas, cero entre comidas, una vez al día”. Para recordarlo, en su cartera lleva una fotografía de cómo lucía antes y el libro de apoyo ‘Solo por hoy…’, del porte de un catecismo.
“Para mí fue un cambio de vida”, afirma con alivio.
Los consejos para no comer en exceso
Los comedores compulsivos tienden a comer exageradamente por su gran tamaño de estómago: dos hamburguesas, un pollo entero, varias tortas y todo a la vez.
Generalmente los individuos con este trastorno alimenticio padecen también de ansiedad y alteraciones metabólicas. Se debe buscar ayuda de un nutricionista.
- Varios refrigerios al día
Los comedores compulsivos hagan varios refrigerios al día (entre dos y tres y con intervalos de tres horas). Esto tendrá su estómago lleno y no comerán mucho al almuerzo y cena.
Los refrigerios a servirse deben ser ricos en fibra (porciones de frutas, yogur, pan integral, chochos con tostado, granola, maní pasas…). La fibra ayuda a la digestión de los alimentos.
Es importante que ingieran abundantes líquidos, especialmente, agua. Esta además de limpiar su organismo, también provoca la pérdida de apetito. Se debe beber 10 vasos de agua al día.
No es aconsejable que beban jugos de frutas naturales, estos también contienen azúcar y pueden inducir a que aumentan más de peso. Las frutas es mejor comerlas como postre.
Para saciar el hambre se deben comer productos que hagan sentir llena a una persona: un vaso de colada de avena sin cernir y dos rodajas de pan de centeno, cumplen esa función.
Para el almuerzo un buen plato de sopa de granos, una porción pequeña de arroz (preferente integral) o papas y abundante ensalada, con carne, pollo o pescado al vapor.